Una fogata en las serranías de la vida

19 julio 2024 5 minutos
Cristal Bella

Hacer vivac es una práctica común entre montañistas. Se trata, sencillamente, de dormir al raso. La experiencia desprovista de techo y paredes enfrenta al escalador a las más variadas condiciones meteorológicas, los bichos, los ruidos: la montaña es una estructura viva que propone. Ante la imponencia de lo desconocido, el aventurero acepta el desafío. Y asciende.

Algunas vicisitudes de esta praxis montañil son traídas a cuestas y de forma involuntaria en una novela autobiográfica ilustrada, que oscila entre la ternura y la crudeza. La diferencia es que en este relato se cimenta un refugio.

Montaña. Crónica de un cáncer. es una historia real contada en primera persona a lo largo de 176 páginas. La narradora alpinista es Florencia Curi, una chajariense, cineasta y fotógrafa, que a mitad de sus treintas descubre, bajo la blusa y en la cúspide de la vida, que tiene cáncer de mama. A partir de allí, es incierta la avalancha.

Montaña. Crónica de un cáncer.

Impactos

El calendario señala 2016. El clima helado de la noticia deja un cuerpo al descubierto. “La escritura comenzó como una cuestión catártica”, recuerda la entrerriana. Más adelante, ante la cornisa, convencida por quien sería su editora, decidió desafiar la gravedad del asunto haciendo de esos fragmentos ácidos y emotivos, una obra acabada.

Entre las rocas se revela una guarida luminosa y cálida. Resulta que junto a dos amigas, también de Chajarí, le pusieron el pecho a este proyecto editorial independiente. El libro fue editado por Maite Diorio e ilustrado por Marianela Müller. Frente a una trama abismal, este trío de mujeres inició un acampe hermanado y empático que busca dispersarse sobre otras, como el crepitar de un fuego.

Florencia Curi, autora de Montaña. Crónica de un cáncer.

Cuando escala el miedo y la incertidumbre, la amistad se vuelve amparo frente a la intemperie de un diagnóstico. Lo hace saber también Florencia cuando refiere que las coautoras de Montaña “encontraron maneras increíbles de estar conmigo”. La licenciada en cine que escribe y edita y la arquitecta que ilustra se convirtieron licántropamente en una manada que aúlla en la noche de un padecimiento.

Subibaja

Es una montaña rusa de emociones, solemos soltar cuando la pancita se nos estruja en vaivén por algún motivo en particular. Cuando se manifiesta la enfermedad parece saltearse la subida gradual de la colina ascensora de ese sistema de rieles. De repente estamos por caer. “Pasé por todas las sensaciones. De hecho, las convertimos en personajes en las ilustraciones. En ese carrusel sensitivo, acepté la tristeza como estado posible”, confiesa la autora.

La alusión a la diversión de origen ruso fue el primer pie para darle nombre al ejemplar, pero quedó entre las nubes. Sobre el final, dieron en la teta con el título. Simplemente, Montaña, con todo lo que ella implica.

En esa travesía sin cumbres definidas que plantea la enfermedad, la compañía atenta es el rellano cuando la vida agita. Hasta los seres más insospechados son espacios de luz en la espesura de un bosque que aparenta impasse. Mientras tanto, un monstruo de dos sílabas crece en sigilo.

Cáncer. Una palabra que, fuera de astrologías y zodíacos, causa pavor instantáneo. “A veces sobredimensionada, a veces justa. En general, por la manera en que está construida en nuestra mente, se la asocia directamente con la muerte”. Lo cierto es que previo a pensamientos intrusivos y desenlaces mentales trágicos, hay actividades al pie de la montaña que pueden detener volcanes a punto de erupcionar: los controles anuales, la detección temprana y los tratamientos paliativos.

Indeleble

En el valle de la dolencia, comienzan a aparecer términos dignos del ahorcado y situaciones foráneas de las que no se está tan al tanto. Quimioterapia, mastectomía, tumorectomía. En ese embrollo léxico y dispuesta a todo para sanar, Curi declara que “las consecuencias de las operaciones las medís después. Estar viva era lo único que me importaba”.

De mama es la caracterización singular que le sigue a este cáncer. Como ese lunar que tenemos todas en la teta izquierda, existe la posibilidad en común de desarrollar tumores malignos. Así como el cervicouterino, el de senos es una afección particularmente femenina. Según estadísticas de la Organización Mundial de la Salud, los varones representan menos del 1% de los casos. Si bien está comprobado que mientras más años se tiene más riesgo se corre, para Flor esta fue una elevación del terreno que irrumpió en su paisaje feliz a corta edad y sin antecedentes familiares.

En las laderas aparece la cuestión estética. “La exigencia inconsciente de verse linda igual (‘por qué me tengo que ver bien’) fue un debate interno constante”, dice durante la charla.

Es un camino de piedras sortear las implicancias de las cicatrices de un cáncer como este, cuando Curi reconoce que “es complejo volverte a encontrar en el espejo por los cambios físicos que provoca el tratamiento. En ese lapso se cae todo el pelo, se pierden líneas de expresión, aparecen brotes en la piel: no me reconocía”.

La protagonista decidió encumbrarse sin peluca durante el tratamiento y no volver a colocarse la mama. Cabe destacar que desde 2013 está vigente la Ley 26.872 que cubre la cirugía reconstructiva como consecuencia de una mastectomía por patología mamaria y provee las prótesis necesarias.

Cordillera

Curi hace hincapié en que los senderos vivenciales son distintos. Influye en esta epopeya inesperada el equipamiento emocional, afectivo, socioeconómico. “Las coberturas de obras sociales o la lejanía de pueblos chicos”, menciona como dificultades a la hora de ser tratada.

Montaña no es un recetario ni un libro de autoayuda. Más bien sigue la idea de que, con apoyo, la fogata se mantiene encendida. “Queremos que sea un compañero de viaje para personas que estén pasando por situaciones similares, independientemente de la etapa en la que se encuentren”.

En el material, la ilustración desempeña una función preponderante. La escritora subraya este aspecto de manera especial. “Tiene un correlato desde lo conceptual para que quien no pueda adentrarse en el texto por algún motivo pueda guiarse por las imágenes”.

Montaña es un libro autobiográfico ilustrado.

Desde su mochila de dibujante, Müller comparte que “ilustrar fue un proceso intenso y movilizante. La protagonista tiene mi edad: podría ser mi historia o la de mis amigas. Traté de encarar cada una de las ilustraciones con una mirada poética, sensible y que resulte agradable”.

Marianela Müller, ilustradora de Montaña.

La preventa de este proyecto autogestivo comenzó el 8 de julio. Los ejemplares estarán disponibles y a tono con la lucha en este Octubre Rosa.

Este libro hecho por mujeres pretende ser un sostén con breteles de papel y acuarelas que grita, con la misma determinación con la que Moria Casán dijo una vez “se me cuelgan de mis tetas”, que no cunda el pánico que hay momentos en los que la subida se siente en aerosillas.

Desde ninguna cima, Montaña procura ser ese abrazo diáfano que permite sentirse bajo techo sin perder la vista del espectáculo astral que propone la vida.

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