En el nombre del padre

11 noviembre 2024 9 minutos
Víctor Fleitas

En el momento en el que ningún consuelo es propicio, Luisina Sánchez Romero emprendió la tarea de completar el legado periodístico de su padre, en un intento por congelar lo que parece destinado a fluir. Con el libro 40 de viva voz ya consumado, reflexiona sobre el contenido y, en primera persona, dialoga con la experiencia de la pérdida.

El 22 de febrero de 2023 la muerte sorprendió a Gustavo Sánchez Romero con una gambeta implacable, mientras unía Paraná con Santa Fe, ciudades que sembró de anécdotas, amistades y experiencias laborales a lo largo de décadas dedicadas al ejercicio del periodismo.

Entre los proyectos truncos, quedó la idea de aprovechar los 40 años de democracia para entrevistar a referencias entrerrianas que, por iniciativa propia o por capricho de la Historia, fueron protagonistas de un proceso político-institucional que, analizado en retrospectiva, podría aportar miradas para pensar el presente en términos de porvenir.

Esa iniciativa fue continuada el día después de la pérdida, con la incorporación de entrevistadores, respetuosos de la planificación que Sánchez Romero había dispuesto. El libro, realizado por La Hendija Ediciones, se llamó 40 de viva voz y se presentó formalmente a finales de 2023, en un evento del que participó, entre otros, el entonces gobernador, Gustavo Bordet. Recientemente, en la feria Paraná Lee, hubo espacio para recuperar la figura del periodista a través de la obra publicada.

Tiene razón Luisina, su hija, cuando le dice a Tekoha que probablemente no haya un material de estas características, con perspectiva local, enfocado en el territorio, preocupado por recuperar opiniones y pensamientos de dirigentes políticos, sociales, empresarios, gremiales; líderes religiosos y referentes culturales, judiciales y del periodismo, de 1983 a la fecha.

Lejos de la tentación por teorizar sobre el tema, la entrevistada se anima a pensar el duelo desde su experiencia, en un contexto en el que la intención de materializar un propósito ajeno le fue permitiendo conocer otras dimensiones de su padre.

–Para muchos de sus conocidos, incluso para vos, terminar el libro fue una forma de despedir a Gustavo. Pasado ya un tiempo de su publicación formal, ¿qué aporte sentís que hace 40 de viva voz a la discusión sobre los problemas y las posibilidades de Entre Ríos?

–Considero que el mayor valor, en términos de contribución a estos debates, consiste en la mirada heterogénea que tiene. Uno puede abrir el libro y encontrarse con 40 testimonios de un gran abanico de sectores sociales, políticos, culturales, empresariales y religiosos que narran su experiencia, su perspectiva y su crítica de la historia reciente de nuestra provincia.

La mayor riqueza está en poder recabar formas de entender, de haber experimentado y comprendido tanto los últimos 40 años de democracia ininterrumpida entrerriana como los desafíos que se presentan para el futuro, de líderes y lideresas que forman parte de distintos ámbitos de nuestra provincia y que experimentaron lo que para ellos y ellas fueron: los ´80, los ´90, el 2001, el 2003, del 2004 al 2010, y los últimos años, de una manera particular. No sé si otro material publicado en la provincia actualmente tiene esta singularidad.

–¿Qué le aporta el formato entrevista al libro?

–Creo que ese formato, que mi papá pensó como “40 entrevistas, de 40 minutos, a 40 líderes y lideresas de la provincia” le aporta un dinamismo a la lectura, la posibilidad de “saltar” de una entrevista a la otra sin tener que seguir un orden establecido; el relato de los y las protagonistas contado de una manera distinta a que si hubiese sido de otro modo.

Considero que las personas entrevistadas cuentan lo que tienen para contar de una manera más desestructurada que da cierta soltura, cierta espontaneidad y la posibilidad de explayarse.

–¿Qué te han dicho los lectores sobre el contenido del libro?

–Este libro, además de todo lo dicho antes y de lo que se pueda decir, es una forma de homenaje y de valoración del periodista y de la persona que era mi papá (si eso se puede separar, ja). Entonces, muchas de las personas que adquirieron el libro le dan en primer lugar un valor en cuanto a reconocimiento más allá del contenido. De hecho, muchos de los y las entrevistados/as (15 de los 40) fueron entrevistados/as por mi papá, antes de su muerte. Entonces, al ver el libro también está ese componente de emoción, de recuerdo. De homenaje, en fin.

De todos modos, respecto al contenido también lo han valorado mucho. La mayoría de los/as lectores con los que hablé destacaron la diversidad del material como algo importante. Y en esto, la heterogeneidad tanto de los entrevistados/as como de los/as periodistas amigos/as y cercanos que realizaron las entrevistas que faltaban, entonces todo ese “combo” le da otra particularidad al material.

Además, de las entrevistas que había realizado mi papá destacan esta elocuencia, atrevimiento o cierta perspicacia al momento de preguntar que era algo que lo caracterizaba. Es como si fuera un “condimento más” al leer el libro.

–Para retomar aquel trabajo debieron leer lo que estaba siendo realizado antes de que sobreviniera la muerte. ¿Encontraste en ese repaso de su producción aspectos intelectuales, profesionales o políticos que no conocías de Gustavo?

–Sí, la verdad que este libro y todo el trabajo previo que debimos hacer (junto con Fabián Reato, Luz Alcain, Aurora Ruiú y luego el diseñador Martín Rodríguez) me permitió conocer realmente el trabajo que hacía mi papá. Yo no estaba acostumbrada a leer con frecuencia lo que él escribía, o producía, en su momento en El Diario, después en Dos Florines. Era como un aspecto con el que no me conectaba demasiado, aunque él me insistía en que leyera sus producciones o notas. Y la verdad que este libro me permitió conocer y ver esa faceta de periodista que tenía de una manera más “distanciada”, si se quiere, y asombrarme al ver cómo escribía, las preguntas que hacía.

No es que antes nunca haya leído algo suyo, pero era como otro tipo de vínculo que tenía yo con su trabajo periodístico. Y me sorprendió su forma de escribir, de preguntar. Me generó admiración. Y también me hizo confirmar eso que muchos/as me habían dicho todo el tiempo, y sobre todo luego de su muerte, de qué gran periodista que era. Y lo pude confirmar, sin dudas.

–¿Qué riqueza había en Gustavo, más allá del personaje público que había construido?; ¿Qué extrañás de él?

–Extraño muchas cosas de él, creo que como cualquier persona que pierde a su papá. Extraño sus abrazos, sus retos, sus risas, su malhumor, jaja. Hasta puedo llegar a extrañar el despelote que tenía entre sus papeles, su ropa. Aprendí mucho de él. Del amor por la lectura, de los momentos de leer en silencio. De escribir, de viajar, de conocer. Pero obvio que lo extraño todo el tiempo, lo tengo presente, lo llevo conmigo. Lo encuentro en cosas, me veo reflejada con gustos, intereses, formas de ser.

Y sobre ese personaje público que tenía, también era así con nosotros. Digamos, siempre fue transparente en su forma de ser, por ahí quizás con nosotros mostraba otras “facetas” como retarnos, su malhumor, peleas, pero más allá de eso creo que era igual con todos. Y era un papá muy presente. Él se dedicó todo lo que pudo a nosotros, siempre muy atravesado y pendiente de su trabajo también, eran como las dos cosas (y sus parejas también, obvio, jaja).

–¿Eras de discutir/disentir sobre la vida o la política o eran más las coincidencias?

–Yo en los últimos años sobre todo me sentí muy interpelada por el feminismo y si tendría que hacerle “críticas” desde ese sentido también puedo decir que él se dedicó a darme la libertad y la autonomía como mujer.

Además, siempre intentó criarnos con una mirada crítica, nosotros sobre política siempre tuvimos muchas diferencias, nos peleábamos un montón. Creo que él también quería que yo pudiera mirar más allá de esos ciertos “fanatismos” que te atraviesan cuando militás o defendés una idea. Y aunque hoy pueda tener esos “fanatismos”  tengo muy presente su mirada de ir un poco más allá de eso que estás tan convencido, porque no sos la única o el único que piensa así y es importante poder ver la diversidad y saber que existen otras perspectivas, sin dejar de lado la propia.

Creo que mi papá fue una persona muy generosa, siempre, y con mucha entrega hacia lo que hacía, y a esa entrega también la hizo con su paternidad.

–¿En qué te ayudó a mirar la vida lo sucedido, no sólo en cuanto al deceso como tal sino a todo lo que le siguió como un largo duelo, incluyendo lo que sucedió en torno al libro?

–Lo que más me llevo de haber hecho el libro fue todo el cariño que recibí. Cuando falleció mi papá mucha, mucha gente se acercó a abrazarnos, a darnos afecto. Vi muchas personas muy dolidas por su partida y eso me hizo dar cuenta y reafirmar nuevamente, el afecto que daba constantemente con quienes se cruzaba para que luego lo despidieran así.

–¿Habían tenido ocasión de hablar con él de la muerte, esa coyuntura inevitable?

–La muerte fue algo que desde muy chicos vimos que podía pasar. Mi papá siempre tuvo una salud delicada que no la cuidaba como debía –por eso vivía como vivía- y cuando yo tenía alrededor de 12 o 13 años, él tuvo el primer preinfarto y lo acompañé a la clínica. Me acuerdo muy patente de esa situación.

Él, además, con su exageración tan característica de por medio, siempre nos decía que podía pasar, que estemos preparados. Y también era algo de lo que, en algún punto, era consciente, porque si no cuidás de tu cuerpo como el cuerpo te lo pide, después te pasa factura.

Era algo que todo el tiempo casi todos/as quienes lo rodeábamos le insistíamos: que se cuide, que cuide su salud. Yo creo que lo hizo como pudo. Él disfrutaba de la vida, vivió su vida disfrutando al límite de todo lo que hacía y es algo que yo tengo como enseñanza también. Me hubiese encantando que se cuide, poder tenerlo con nosotros/as más años, pero él también decidió vivir su vida así, al máximo, y no es algo de lo que tenga que reprocharle, sino hasta envidiarle quizás, jaja.

Poder haber publicado el libro (acompañada y sostenida por mucha gente) fue para mí una gran forma de canalizar esos primeros meses después de su muerte. No fue algo que pensé, dijeron: “es importante que terminemos esto” y yo dije: “sí, hay que hacerlo”. No lo dudé, ni lo pensé, ni supe cómo íbamos a hacerlo. Pero luego, cuando concluyó un poco todo, me di cuenta que era algo que él quería hacer, que hubiese querido que se publique y que fue para mí una gran forma de homenajearlo y de ir sanando de a poco y transitando ese duelo.

–No hay recetas para duelar…

–Lo que más me queda, y que aún atravieso, es que los duelos son procesos muy personales. Esas pérdidas tan importantes te atraviesan los huesos, te desconfiguran, te dan vuelta todo más o menos. Pero no es algo de un día para el otro, no decís “bueno, ya no lo extraño” te vas amoldando a esa pérdida, vas transitando el duelo: a veces mejor, a veces peor. A veces estás, así como si nada y te llega un recuerdo, vas caminando por la calle y lo ves en otras personas.

Es verdad: no hay recetas. Yo lo extraño mucho a mi papá, todo el tiempo, todos los días, pero también agradezco a la vida haber tenido el papá que tuve, con todo lo que eso significó. E intento pensar que sigue presente en sus libros, en las plantas, en el cielo, en el aire, en las fotos, en las mariposas. En fin.

–Al revisar sus papeles y archivos, ¿encontraron otros proyectos pendientes o toda su energía estaba orientada a terminar 40 de viva voz?

–No, la verdad que no encontramos más cosas que “40 de Viva Voz”. Tampoco fue fácil encontrar ese proyecto. La verdad es que sucedió algo muy raro las semanas posteriores a la muerte de mi papá y es que tuvimos muchos problemas para poder entrar a su computadora, a su celular, a sus archivos. Era como si él quisiera que no viéramos nada.

Al avance del libro lo pudimos encontrar luego de haber sacado todos los archivos de su compu, porque de otra forma no pudimos. Y en ese momento, también, toda mi energía se volcó a poder finalizar el libro, entonces no le di demasiada importancia a ver si había otra cosa.

En mi interior creo que de haber habido otro proyecto en camino alguien más lo hubiese sabido. De todos modos, puede ser una excusa para revolver sus archivos y ver qué encontramos.

Los nombres convocados

40 de viva voz es un libro lleno de gente. Se necesitó de periodistas para completar las entrevistas y dieron el presente Federico Malvasio, Marta Marozzini, Evangelina Ramallo, Darío Cagliero, Luz Alcain, Nahuel Amore, Mónica Borgogno, Julián Stopello, Sebastián Martínez, Silvina Ríos, Fabián Reato, Silvio Méndez, Claudia Martínez, “Coni” Cherep, Jorge Riani, Emilia Elizar, “Toto” Damonte, Juan Cruz Varela, Sandra Miguez y Emilio Ruberto.

Entre los entrevistados aparecen Gabriel Bourdin, Atilio Benedetti, Mariela Rothman, Graciela Mingo, Héctor Motta, Rodolfo Parente, Silvia D’Agostino, Cristina Ponce, Mariana Melhem, Alfredo Bel, Ricardo Etchemendy, Antonio Tardelli, Horacio Enriguez, Rosario Romero, Mario Moine, Blanca Osuna, Ricardo Leguízamo, Eduardo Muani, Maximiliano Blas Asensio, Laura Bertellotti, Julio Federik, Juan Alberto Puiggari, Armando Salzman, Osvaldo Bodean, Daniel Enz, Roberto Romani, Clelia Lavini, Juan Antonio Vilar, María del Rosario Badano, Carlos Cecco, Héctor Sauret, Eduardo Tonutti, Noelia Zapata, Gustavo Bordet, Gracia Jaroslavsky, Daniel Ruberto, Sarina Vitas y Edgardo Massarotti.

El libro puede adquirirse comunicándose al 343 4 713233 o escribiendo a la cuenta de Instagram 40de_vivavoz.

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