Shagrada Medra, una semilla cósmica y litoral

30 diciembre 2024 4 minutos
Redacción

Con la convocatoria a suscriptores voluntarios, Shagrada Medra procura robustecer las líneas de trabajo existentes, referidas a la tutoría artística, la preservación de obras, la difusión de materiales sonoros y la producción de contenidos que pongan en valor las trayectorias de músicos e intérpretes del catálogo.

Parece mentira que se mida en décadas el tiempo transcurrido desde que tres casetes dieron materialidad a un proyecto de militancia cultural que hoy es un sello independiente y una distribuidora digital de altísimo renombre. Aquello que recibió por denominación el delirio onírico de Shagrada Medra es un formidable muestrario de músicas del sur. Bajo ese cielo estrellado, ha encontrado amparo una legión de artistas de provincias cuyos trabajos no suelen interesar a los sellos enfocados en aplicar las fórmulas del mercado.

Se trata de una idea multidimensional que no se amilanó ante la oleada digital sino que se reconstituyó, agregándole al catálogo de producciones contenidos sobre los artistas y sus trayectorias o internándose en líneas de investigación que permitieron recuperar obras que permanecían diseminadas y algo extraviadas.

Lo que se ha mantenido desde que la amistad hizo saltar la chispa primera fue cierto afán artesano a la hora de involucrarse con las músicas y los músicos. Así, detrás de la grandilocuencia de crear una editorial musical que difundiera trabajos propios y ajenos, Shagrada Medra sigue siendo una excusa válida para consolidar vínculos humanos.

“Es una comunidad de y para artistas”, le dijo Carlos Aguirre a Tekoha. “Propicia el encuentro, además de ser un canal de difusión y visibilización”, respondió ante una consulta puntual, no sin referir que es un sello discográfico que si bien tiene el slogan ‘música de esta orilla’, posee biomas artísticos de todo el país.

El emprendimiento acaba de lanzar una convocatoria para suscriptores, interesados en apoyar el programa integral. El aporte mensual requerido reconoce un mínimo de 3.000 pesos y es sin tope.

La ocasión es propicia para regresar sobre los pasos dados y soñar con los ojos abiertos, de cara al futuro. En la entrevista concedida, Aguirre invita a refundar la experiencia para que los voluntarios resuenen con los tonos de la autogestión, la autoría y la música popular.

-¿La convocatoria a suscriptores tiene que ver con un momento particular compartido con otros sellos discográficos o es una idea que se incorpora a otras que ya estaban en juego?

-En este momento, la situación está un poco difícil para todos los emprendimientos culturales. En parte porque los organismos que brindaban subsidios o becas, como el Fondo Nacional de las Artes, están desfinanciados.

Siempre hacer arte implicó remar bastante. En Shagrada, hace 31 años mantenemos la misma actitud frente a la producción artística: lo nuestro es una militancia cultural ad honorem.

En plena pandemia logramos constituir un equipo con miembros que desempeñan tareas específicas. Por ejemplo, en el programa La Hora Azul, la escucha del disco completo y el testimonio de los músicos son dos elementos que nos parecen interesantes y, que a su vez, conforman un acervo de un fragmento de la música que se produce en el país.

Para viabilizar cada proyecto se necesita dinero. Lo que ingresa de las plataformas es un porcentaje mínimo para pagar el hosting y el resto es para los músicos, no para el sello.

Lo que nos importa es sostener los espacios de difusión porque de nada vale que alguien tenga un disco grabado si nadie sabe que existe.

Hay otras líneas de trabajo poco usuales. Estuvimos dos años abocados a la recuperación de la obra del Zurdo Martínez. Esto implicó un trabajo de rastreo, remasterización y rediseño de las portadas originales para darle carácter de colección. Algunas son tareas técnicas en las que requerimos contratar especialistas.

Por eso, apelamos a la solidaridad de la gente que ya está habituada a la escucha de nuestros ciclos a través de un aporte mínimo mensual.

-¿Cómo definirías al proyecto Shagrada Medra? Parece tener varias aristas.

-Es como una editorial pero de música. Tenemos pendiente una recopilación de partituras bajo un formato estándar para que luego estén a disposición de los interesados. En este caso, la revisión es un servicio que hay que pagar también.

Shagrada Medra busca estar al servicio de los artistas. La música subida a la plataforma es vital para que las obras circulen pero a nosotros no sirve apenas para sostener la presencia en las plataformas porque el reto es para los creadores e intérpretes.

Desde ese lugar es rico el trabajo de interacción entre los curadores y los músicos porque nos aliamos para lograr una obra mejor. Y al ver la discografía en perspectiva sentimos que buena parte de los objetivos están siendo alcanzados.

-¿Tienen una estética o ética en la conformación del catálogo? Un hilo conductor que reúna los títulos bajo determinados términos.

-Siguiendo con la analogía, una especie de línea editorial. Hemos sido exhaustivos en los lineamientos. A grandes rasgos, planteamos una estética del sonido en la que lo acústico es prioridad; cocinamos con mucho laburo los arreglos previo a que los proyectos se consuman como obras terminadas; y apuntamos a estimular las composiciones de autor.

El recorte que realizamos no es un juicio de valor. Simplemente tiende a suceder que lo que queda afuera no resuena con lo ya editado. Sin embargo, en ocasiones nos hemos abierto a la integración. Es una frontera estética que a veces puede ser un poco acotada y un motivo de permanente discusión. Cada disco merece una instancia de escucha y otra de consenso. Tomamos el trabajo de curaduría con plena seriedad, con la auténtica y modesta intención de mejorar las obras.

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