Presentado como un espectáculo payaso poéticamente cómico, Onírico asumirá el desafío de activar una imaginación redentora y cotidiana, con el uso de pocas palabras. Coproducida por las compañías Teastral y Haceme la segunda, la obra de teatro se escenificará en Casa Boulevard / Sala Metamorfosis, Ituzaingó 80, este viernes 25 y sábado 26 de abril, desde las 21.
La vestimenta peculiar, el maquillaje exagerado, una peluca caótica y zapatones gigantes no alcanzan por sí mismos para contar una historia, pero sí para despertar la primera sonrisa y bajar la guardia o proponer un viaje fantástico, aperitivo necesario de la narración que está por venir.
El caso es que lo que surgió de la consigna de modelar una propuesta de clown donde la palabra no fuera el principal recurso, tenga humor, conmueva y entre en una valija, fue ganando eficacia comunicativa y se convirtió en Onírico. Con la experiencia de haber sido ofrecida en distintos escenarios, intentará suerte en Paraná.
El actor/payaso Julián Bruna y el director Ezequiel Caridad aceptaron la oferta de Tekoha, de pensar en voz alta la experiencia compartida, entre malabares dialécticos y muecas cómplices. Lo que sigue es lo central del diálogo sostenido.
–Las obras suelen brotar de una ocurrencia, ¿cómo fue en el caso de Onírico?
–JB: La primera premisa de Onírico fue realizar una obra que entre en una valija para poder viajar. La segunda fue tener en claro que sea un espectáculo de clown donde la palabra no sea lo principal, tenga humor y conmueva.
Desde esa iniciativa minimalista fue sucediendo, el primer juego previo que se nos ocurrió fue una cuerda con dos roldanas, donde tirabas de un lado se levantaba del otro. Y desde ahí empezamos a jugar, acompañado con la musicalidad cada ensayo fue un juego y desde esa creatividad se fueron sumando algunos objetos, como una lámpara, un banquito de madera, una mochila. Todo fue sucediendo y se fue gestando desde lo lúdico, en cada ensayo florecía en escena toda la experiencia que uno tiene, que uno es, y lo que uno quiere decir.
–EC: En mi experiencia como director, o como “guía de los deseos” como me gusta decir, siempre se parte de una idea, una imagen (que puede ser una canción, una acción o lo que sea), un puntapié como disparador de lo que sucederá que nos permita llegar al resultado final.
En el caso de Onírico, Julián me propuso que lo acompañe en este proceso porque tenía un viaje programado a México y necesitaba llegar a destino con un espectáculo que pudiera entrar en una valija, algo minimalista, desde la puesta. Él tenía una serie de ideas a las que les fuimos dando forma. En la primera instancia de trabajo, yo le propuse una serie de ejercicios más relacionados con la escritura, para poder acercarnos a una dramaturgia que nos diera material de trabajo a la hora de “poner el cuerpo” en la escena, en el ensayo.
Y así fue como de a poco nos fuimos acercando a lo que decidimos llamar Onírico. Sabíamos que queríamos hacer algo poético, sin el uso del lenguaje verbal; pero sí narrando desde el cuerpo y los objetos. Porque la idea era que la palabra no fuera un limitante a la hora de presentar la propuesta en distintos escenarios.

–¿Cómo fue el proceso de trabajo conjunto entre las compañías?
–JB: El trabajo fue muy cómodo. Las dos compañías coincidimos en la mirada sobre el clown, logramos entendernos muy bien y confiando en el rol de cada uno. Fue un diálogo fluido. Cuando se trabaja de esa manera, supera las expectativas que uno tiene. Por ejemplo, pensamos en hacer una muestra de 25 o 30 minutos y terminamos realizando un espectáculo de 45 minutos. Y las ocurrencias y propuestas son precisas y oportunas.
–EZ: Coincido con que el proceso de trabajo con Julián fue muy a gusto. Lo conocía en su rol de actor porque lo había visto en los espectáculos en los que ha participado y en 2023 él participó del Taller de clown que en ese momento dicté en Casa Boulevard. Así que ya sabíamos más o menos cómo trabajaba cada uno.
Julián es un gran payaso, creativo; de esos actores que proponen todo el tiempo. Inquieto a la hora de crear. Desde mi rol me gusta acompañar los deseos que tienen los actores/payasos; y en este caso en particular fue eso mismo, buscar la forma para que se sienta a gusto con lo que se está narrando, lo que se quiere contar. Y todo fluye cuando las dos partes se sienten a gusto.
–¿Cuál es el planteo de la obra?
–JB:La obra plantea una gran escena surrealista donde todo sucede en una cadena de acontecimientos impredecibles. No es menor que el único personaje humano sea un payaso, que representa la invitación constante a dejarse sorprender y jugar. Onírico es una muestra de la labor profunda del payaso en la sociedad.
–EZ: El espectáculo tiene un contexto muy profundo, desde la soledad del ser, los sueños y deseos que este personaje tiene y cómo se desenvuelve para que la locura en la que pueda estar inmerso no lo abrume. Qué hacemos con esas cargas pesadas que cargamos por vivir en esta sociedad que nos pide producir, producir y producir. Inmersos en esta máquina que no para.
En Onírico el tiempo se detiene, para contemplar a este personaje que despierta y sólo se tiene a sí mismo: el juego; porque el clown es eso, un personaje en su mayor estado de pureza y juego queriendo resolver situaciones totalmente cotidianas. Es en ese juego donde vemos al payaso en su máxima expresión.
Onírico nos invita a adentrarnos en el sueño de este payaso, que puede ser también el sueño de cualquiera de nosotros.
–¿Cómo opera el cruce entre lo poético y lo cómico en el guion?
–JB:Coincidimos en que el clown no quiere hacer reír, quiere hacer las cosas bien y le salen mal, y eso genera la risa. No es ajeno a lo que nos sucede como ciudadanos comunes, un tropezón sin querer, buscar el celular por la casa usando la linterna del celular que tiene en la mano.
Y lo poético nace desde ahí, desde el hecho de ser vulnerables y aun así usar la creatividad para terminar de hacer lo que quisiste hacer y no te salía.
–EZ: Me gusta pensar y decir que lo que hacemos es una poesía visual, un poema en carne y hueso; y lo cómico está en el juego, en el cómo se lo juega y cuánto se compromete el actor con ese juego por más sencillo que sea. Entonces ese cruce entre lo poético y lo cómico se genera entre lo que queremos contar y cómo lo queremos contar.
Para mí el cuerpo en la escena tiene que estar constantemente comprometido con lo que está sucediendo, sobre todo cuando ese cuerpo es uno solo y solo te tenes a vos mismo. En esa entrega, como espectadores, vemos a un actor completamente vulnerable, entregado al juego; donde cualquier cosa puede suceder y afectarlo emocionalmente.
Justamente es ahí donde aparece el payaso, que con sus artilugios puede narrar algo muy profundo, hacernos reír pero a la vez dejarnos reflexionando sobre lo que vimos.

–¿Qué valor tiene en los actuales contextos dejar que afloren los sueños para dialogar con la realidad y lo que nos ocurre?
-JB:El mundo de los sueños está conectado con la imaginación y la creatividad, y en este contexto social de productividad y de tanta influencia digital, puede ser una herramienta potente para encontrar otras perspectivas y experimentar la libertad. Cuando la realidad suele abrumar, la capacidad de soñar es el refugio más seguro.
-EZ: Los sueños suelen ser muy personales y de múltiples interpretaciones. Muy pocas personas, en el día a día, te cuentan lo que soñaron. Bueno, en este caso con Julián decidimos entrar en ese mundo, el de los sueños, los deseos, lo volátil; eso que cuando despertás, si no lo anotaste, se esfuma en un instante. Entonces detenernos en ese instante, es lo que vuelve potente al espectáculo.
Ya de por sí es difícil hacer que la gente se detenga a ver un espectáculo, el que sea; y mientras la historia sucede no revise su celular. Las pantallas son un escape de la realidad, una máscara a través de la cual podemos ocultarnos y dejar de estar presentes. Bueno, esta invitación es a que vengan a dejarse soñar, a adentrarse en este mundo “ficticio” -si se quiere- por un instante y olvidarse de la locura de mundo en la que vivimos y dejarse conmover.
–La obra ya fue estrenada, ¿qué repercusión tuvo? ¿Se hacen ajustes en función de lo que pasa en escena?
–JB:Fue presentada ante públicos diversos y en todas las oportunidades ha repercutido muy bien. El público se ríe y empatiza mucho con el clown desde el comienzo.
La técnica de clown tiene la particularidad de que necesita presentarse en público para terminar de construir la obra. Los errores que suceden son virtudes para la escena. Así, muchas cosas que se presentan en lo espontáneo fueron quedando en las siguientes funciones. Es un aprendizaje eterno, y ninguna función va a ser igual a la anterior.
–EZ: Estrenamos el 8 de diciembre de 2024 en Santa Fe e hicimos una segunda función acá en Paraná el 15 de diciembre; y Julián viajó a México el 19 de ese mismo mes. Fue toda una vorágine hermosa, con dos funciones colmadas de público. Después él viajó y en México hizo otra tanda de funciones más. Ya en su vuelta a la Argentina y con las maravillosas repercusiones que tuvo, comenzaron a salir muchas propuestas en las que el público siempre ha devuelto muchos aplausos.
Recién venimos de hacer un par de funciones a sala llena en el Foro de la UNL donde los aplausos se hicieron sentir con mucha fuerza. Siempre la risa está presente, es contagiosa. Y nunca faltan los “aaah” de ternura por lo que va sucediendo.
Nunca los espectáculos son lo que se estrena. Ahí recién comienza el viaje. Porque es el público el que termina de completar la puesta. Después de ensayar 6 meses entre cuatro paredes y en soledad, llega la hora de mostrar y probar el material. Desde ahí, el payaso juega, se relaciona y empatiza con el público y van surgiendo cosas nuevas que se van agregando. El espectáculo nunca es el mismo. Siempre va a ser diferente porque los espectadores cambian; y con ellos cambian las reacciones. Y todo eso modifica al actor.
–¿Por qué recomendarían ir a verla?
-JB:Porque es una obra que te hace reír y emocionar, dos cosas que en estos tiempos se necesita mucho. Es una experiencia distinta al teatro tradicional y una manera poética de ver el mundo. Deseamos fuertemente que haya más miradas como la de los clowns, donde le demos importancia a los detalles, no se hagan las cosas con maldad, y si te equivocas, puedas reírte de eso y resolverlo con creatividad.
–EZ:Primero y principal porque amamos lo que hacemos y nos gusta compartirlo con la gente, que ame lo mismo que nosotros. Segundo porque la risa es sanadora, liberadora y revolucionaria. Tercero porque dejarse conmover y sentir ternura por el otro no es poca cosa; es un montón. Cuarto porque es nuestro trabajo y vivimos de lo que amamos. Y quinto, porque ¡vivan les payases!
Pero siendo más específico, recomendamos verla porque es un trabajo muy bello (dice papá lechuza).