Una galería de personajes y situaciones incandescentes que rompieron el celofán bucólico de la provincianía le permite al sociólogo entrerriano Alejo Mayor construir La estrella en el remanso. El libro es, además de un homenaje a los que luchan, un diagnóstico crítico de lo que está en curso y de lo que queda por resolver.
Nacido en Paraná, Alejo Mayor es el sociólogo de una familia lectora, que alimentaba la vida cotidiana con la palabra política. Es uno de los tres hijos de un matrimonio dedicado a la docencia.
El nuevo siglo se encaprichó con demostrarle que podía dedicarse a la ciencia que estudia las relaciones sociales, la estructura y la dinámica de las sociedades, y los procesos de cambio social.
No le interesó tanto retratar a la sociedad entrerriana desde el suave devenir político-institucional sino a partir de sus erupciones volcánicas, los sismos, las sequías e inundaciones. Evitó los períodos de relativa calma y fue en busca de los rayos en la tormenta, convencido de que esos fogonazos explican mejor lo que nos pasa.
Hoy piensa que el destello aquel no fue casualidad. Por cierto, la crisis del 2001 mostraba un rostro particularmente agresivo en Entre Ríos, con un empobrecimiento generalizado expresado en la superpoblación de bonos federales, popularmente caracterizados como BoFe, piquetes en el campo y marchas y represión en la ciudad, producto de un ajuste que pateó el tablero de las representaciones y los proyectos colectivos.
A la perspectiva la terminó de formular como acompañante de su padre durante un congreso de Pedagogía, en el Teatro Carlos Marx, de La Habana. Esa vez, la clausura estuvo a cargo de Fidel Castro.
Hoy, el nombre de Alejo Mayor aparece dentro de una constelación de investigadores enfocados en analizar las relaciones de fuerza y las propuestas que los conflictos sociales dejan en evidencia, junto a Rodolfo Leyes, Clara Vuoto, Camila Barreto y Sofía Ruhl.

“La sociología me sigue cautivando y es parte fundamental de mi modo de abordar la realidad, sea desde la teoría como de la praxis”, le dirá a Tekoha. “No me interesa solo dar cuenta de los hechos históricos en clave descriptiva sino contar cómo se subjetivaron políticamente los actores, cómo se fueron conformando, en los procesos de enfrentamiento, las fuerzas sociales”, agregó.
A los 40 años de edad, está presentando La estrella en el remanso, editado por 170 Escalones. La publicación surge de la integración y potenciación de una docena de artículos y confirma “la opción por una carrera que estimaba me brindaría herramientas teóricas y prácticas para comprender mejor la sociedad en la que vivimos, con el propósito de poder intervenir para contribuir en transformarla”.
–Más allá de su brillo literario, ¿el título dice más del contenido del libro o de la tesis del autor?
–La estrella en el remanso es una figura poética que remite a un vínculo. El de un horizonte, un objetivo que ilumina un camino desde el espacio universal, y su reflejo en el río, tan nuestro, a partir de la idea del remanso como un momento en el que se ralentiza de las corrientes, que tiene una doble faz: la de una tranquilidad aparente que esconde peligros. Cuidado con los remansos. No todo es ni ha sido tan quieto y tranquilo como parece y se nos aparece.
–Específicamente, ¿qué es La estrella en el remanso?
–El libro reúne una serie de notas que se han ido publicando a lo largo de estos años en la revista digital 170 Escalones. Estos artículos han sido ampliados y retrabajados especialmente para esta edición.
Consta de doce artículos que se dividen en dos partes: una de perfiles militantes y revolucionarios y otra de crónicas de grandes luchas y movilizaciones obreras y populares que tienen a Entre Ríos como escenario. Lo que las une es un hilo rojo que entreteje la historia de luchas universales con su impacto local y provincial.
Existen tradiciones, militancias, experiencias que unen diferentes luchas que en apariencia aparecen desconectadas. Hacer visible esta conexión implica una tarea de construcción de una memoria colectiva popular, de los explotados, de los que han sido expropiados incluso de su propia historia.
Ninguna lucha empieza desde cero, sin historia, sin tradiciones. Hacer visible o invisible ese hilo es parte de la lucha ideológica en tanto dimensión de la lucha de clases.

En la cocina
–¿Cómo recopilaste, seleccionaste y ordenaste los perfiles militantes y las crónicas de luchas populares?
–El puntapié inicial fue una invitación de los editores de 170 que me propusieron escribir algo sobre Rosa Luxemburgo, siempre y cuándo existiese un vínculo de su figura con la provincia de Entre Ríos, dado el anclaje en el territorio local que caracteriza a la propuesta de la revista. ¿Qué recepciones tempranas tuvo una figura internacional del comunismo como Rosa Luxemburgo en nuestra provincia? Alcanza con indicar que su persona no fue ajena a organizaciones de trabajadores que tenían acción en Entre Ríos.
Luego, el resto de perfiles y crónicas que fui escogiendo no respondieron a otro criterio específico más allá del de representar aspectos de los cuáles me fui anoticiando en lecturas y conversaciones que consideré que merecían ser más conocidas.
El criterio de ordenamiento en el que aparecen en el libro es cronológico en cada una de las partes en las que se divide el libro: perfiles y crónicas.
–¿Qué fuentes utilizaste? ¿Cómo tomaste contacto con ellas?
–Las fuentes utilizadas fueron diversas. Desde las hemerográficas, en archivos y bibliotecas, a otras como testimonios orales o documentos guardados en archivos personales o familiares.
También, por supuesto, se utilizaron fuentes secundarias, como la bibliografía existente, libros, artículos y notas ya publicadas, que recogen el trabajo de otros investigadores.
A esas fuentes las he trabajado en hemerotecas de archivos, como las del Archivo Provincial en Paraná o el Museo Delio Panizza en Concepción del Uruguay, o la de la biblioteca de la Escuela Alberdi, institución donde trabajo.
–¿Con qué sorpresas te encontraste en las pesquisas y qué aspectos te hubiera gustado desarrollar, aunque no encontraste sustento empírico en el corpus analizado?
–Creo que en cada artículo hay muchas puntas que se desprenden para desovillar y profundizar en futuras investigaciones. Por ejemplo, para mí fue muy sorprendente descubrir mientras investigaba la historia de Miguel Kipen. El modo en que fui descubriendo su itinerario es bastante ejemplificador del tipo de investigación artesanal que desplegué en este libro. En primeras instancias, indagando sobre la represión que hubo en Villaguay en el año 1921, un antecedente de la masacre de Gualeguaychú del mismo año (que también se aborda en este libro), leí el apellido Kipen en una descripción de aquellos hechos que hizo un vecino que escribió un libro de historia regional sobre Villaguay.
Tiempo después, tomando cervezas con compañeros del doctorado le pregunté a un compañero que tenía el mismo apellido si no sería pariente y resultó que sí. Acto seguido me contó algunas historias fantásticas y me facilitó material de archivo que tenían en la familia, así como hacerme el puente con el Museo de Villa Domínguez.
Me gustaría seguir esa línea. Pero profundizar en la historia de este personaje implicaría tener la posibilidad de viajar y acceder a archivos de países europeos donde él estuvo. No es tarea fácil.
También se me presenta como muy atractiva la posibilidad de ahondar en la influencia que tuvo en la provincia la obra de distintos políticos y teóricos revolucionarios como Rosa Luxemburgo (pero también de otros) de manera más sistemática. Asimismo, hay muchos procesos de lucha del siglo pasado muy interesantes en la provincia que no han sido abordados aún.

El patio trasero
–¿Quiénes registran los conflictos y los perfiles de los dirigentes en la era digital?
–Existen algunos centros de investigación que se dedican a la historia del movimiento obrero y las izquierdas que realizan importantes labores de digitalización como el Centro de Estudios Históricos de los Trabajadores y las Izquierdas (CEHTI) o el Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas (CeDInCI).
En cuanto a los conflictos, su evolución y dinámicas, existen observatorios de conflictividad (social, laboral, ambiental) que realizan esas tareas, fundamentalmente con asientos en las universidades nacionales, como los que están nucleados en la Red de Observatorios de Conflictividad Social (ROCS).
Las fuentes principales siguen siendo los periódicos, pero hoy día, ante la extinción del papel y el avance de la digitalización, se utilizan cada vez más las herramientas computacionales como el R (un lenguaje de programación utilizado y un entorno de software libre para el análisis estadístico), a través del web scraping, que es una técnica para extraer datos de la web de manera automatizada. Esto implica la posibilidad de obtener series de datos con una muestra mayor, automatizando tareas que antes se realizaban de manera artesanal. Desde ya que esto no elimina el trabajo humano, que está presente al principio, durante y al final de todo el proceso.
Con el Grupo de Estudios Históricos sobre Clases y Conflictos Sociales en Entre Ríos (GEHCCS), con asiento en la UADER formamos parte de esos esfuerzos.
–¿Puede hablarse de una evolución de los programas reivindicativos a lo largo del tiempo o las demandas fueron más bien constantes?
–Es una interesante pregunta, porque muchas veces cuando uno observa algún proceso de lucha histórico y lo traslada a la actualidad siente la sensación de que la cosa no ha cambiado mucho.
Hace poco en una escuela tuvimos una muestra sobre las luchas de los trabajadores de la educación y al preguntarle a una estudiante si había sacado alguna conclusión de lo que había visto me respondió “que la situación de los docentes no había cambiado mucho desde 1881” (en relación a la primera huelga docente argentina, por atraso en el pago de los salarios).
Por supuesto que se trata de una exageración, ha habido múltiples cambios, pero lo que no ha cambiado es la matriz de acumulación de capital y el modo en que explota la fuerza de trabajo el sistema capitalista que, con variantes, se mantiene y profundiza sus tendencias.
La persecución de los luchadores populares, la persecución a los luchadores, la demanda por salarios, por disminución de horas, etc., son endémicas del sistema en el que vivimos. Otros contextos, que parecían haber quedado atrás, conjurados por la historia, como el de 2001, hoy vuelven sobre nosotros con notable actualidad.
–¿El compilado abarca el campo y la ciudad? ¿Eran parte de una misma matriz o había matices?
–Sí. Se da cuenta de conflictos y personajes cuyo desenvolvimiento tuvo en algunos casos epicentro tanto en el campo como en la ciudad. Si bien el capitalismo y el conflicto social que a partir de sus contradicciones se desarrolla se asocian al ámbito urbano, a la ciudad, donde empieza a concentrarse la población mundial y la producción social, en Argentina en las primeras décadas del siglo XX y Entre Ríos en particular, los conflictos agrarios, tanto obreros como de sectores propietarios (como los pequeños o medianos productores, los llamados chacareros) tuvieron centralidad. Así, junto a las acciones desarrolladas en las principales ciudades de la provincia, estarán las de un Kipen sentando las bases del cooperativismo agrario socialista en el centro de la provincia, un Borda fundando sindicatos de estibadores en decenas de pueblos rurales cercanos a la costa del Paraná o las protestas de los productores citrícolas en Chajarí durante la crisis del 2001.
Existen matices importantes entre los conflictos urbanos y los rurales, propios del escenario de las acciones; sin embargo, las causas responden a la matriz productiva que determina la existencia de los habitantes de toda la provincia y del país.
–Señalaste que no se trata de la compilación lisa y llana de textos publicados en 170 escalones. ¿Cómo los adaptaste al nuevo contexto, el libro?
–Los textos que se presentan han sido ampliados con mayor información, referencias y evidencia empírica. A su vez han sido adaptados en estilo al formato libro, atravesando sucesivas correcciones. El resultado final, a mi parecer, es bastante diferente (y mejor) que la simple suma de las notas publicadas.
–¿Qué aportes sentís que le hace la mirada sociológica al compilado?
–La mirada sociológica es panorámica y habita en el espectro que va desde lo individual a lo colectivo, del sujeto al objeto, de la acción a la estructura; la relación entre estos dos polos, su tensión, su contradicción, su mutua interdependencia.
Desde mi punto de vista, lo que aporta es precisamente el poder ubicar la relación entre los protagonistas, sus acciones, el modo en que transforman su entorno, en el contexto histórico y cultural que, a su vez, condiciona su accionar. Ese ida y vuelta entre los dos polos a los que hice mención.
A su vez, la sociología y las ciencias sociales en general, nos permiten dar cuenta de procesos sociales, de ubicar hechos y acontecimientos en un determinado movimiento en el que se encadenan y desenvuelven, nunca de manera lineal pero sí con una lógica que le es propia.
–¿Cómo surgió tu interés por estos registros?
–Cuándo volví a vivir en Entre Ríos, luego de una década en Buenos Aires, me interesó conocer la historia de las luchas obreras y populares de la provincia. Había estudiado la historia de la clase obrera y el movimiento obrero argentino, tanto en la universidad como en mi propia militancia política, y tenía un gran desconocimiento de los acontecimientos de mi provincia. Al volver me di cuenta que poco y nada se había investigado y escrito al respecto, que ni siquiera personas interesadas en la historia o militantes conocían las tradiciones de lucha, los procesos, los personajes que se desempeñaron en nuestra provincia en importantes acontecimientos.
Inclusive hechos de la historia reciente, como la gran movilización de enero de 1993, es recordada por sus protagonistas que aún viven y por el testimonio oral que han dado a las nuevas generaciones militantes, pero no existían trabajos sistemáticos de reconstrucción histórica rigurosa sobre el proceso, por dar un ejemplo. La posición político-ideológica siempre está presente en el inicio de toda investigación a la hora de tomar un objeto y construir un problema en torno al mismo.

En primera persona
–¿Cómo caracterizarías a Alejo Mayor?
–Nací en Paraná, hace cuarenta años. Desde joven tuve inquietudes e intereses por la política. Al terminar la secundaria fui a estudiar Sociología a Buenos Aires, donde viví diez años. Allí comencé a militar políticamente, siempre en el campo de la izquierda y, a su vez, comencé a investigar, en un programa de investigación dirigido por Juan Carlos Marín, un referente para mí.
Siempre concebí mi labor académico-científica y la militancia política como una unidad, como parte de la misma cosa, orientadas siempre por una forma de concebir la realidad y su transformación que son las herramientas propias del marxismo.
Además de la investigación me dedico a la docencia, he dado clases en secundaria, terciarios y universidad. Hace años me desempeño como delegado de escuela del sindicato Agmer.
Entre mis intereses se encuentra también la escritura de ficción, habiendo publicado hace varios años un libro de relatos, cosa que no descartó volver a realizar.
–¿Tu casa paterna/materna era un hogar de ideas o la ideología fue llegando mientras desarrollaste el oficio del estudio y la lectura?
–En mi casa siempre estuvo presente la lectura, hubo libros, revistas, historietas, y se vieron programas de política. Esas conversaciones estuvieron presentes, conformando una atmósfera. Mi padre y mi madre fueron docentes.
Desde los diez años supe que mi padre había sido preso político debido a su actividad política y gremial, por lo que los avatares de la militancia y las heridas de la historia argentina reciente fueron forjando mi subjetividad desde pequeño en el ámbito familiar.
–La Patagonia trágica, de Bayer y La Forestal, La tragedia del quebracho colorado, de Gori, suelen ser destacados como obras posicionadas desde los intereses del proletariado. ¿Han influido en tu formación como intelectual y como investigador o has tenido otras y en ese sentido cuáles?
–Sí, sin dudas que han influido. También se pueden mencionar obras que provienen del periodismo de investigación militante, como Operación Masacre, de Rodolfo Walsh. La idea del intelectual militante, comprometido con una causa, que no escribe desde una pretendida objetividad que lo sitúa por encima de las clases y sus conflictos, sino que se compromete con la causa política de su clase, de los oprimidos y de su pueblo siempre fue una brújula para mí.
Recibí influencias no solo de científicos sociales o periodistas como los mencionados, sino ampliando el concepto a diversas formas de expresión, como puede ser el cine de Raymundo Gleyzer o la escritura de Haroldo Conti, por ejemplo.
–¿Qué hay en el horizonte de Alejo Mayor, después del libro?
–En el horizonte está la redacción de mi tesis de doctorado en Ciencias Sociales, titulada (provisoriamente) ¿Estallido social espontáneo o lucha popular organizada? Crisis, antagonismo y movilización social en Entre Ríos durante las jornadas de diciembre de 2001.
Es una investigación a la que le he dedicado muchos años, en cuyo proceso investigativo aún me encuentro y para la cual cuento con una beca interna doctoral otorgada por el CONICET.
Lo próximo es la elaboración final y presentación de la tesis que, en algún futuro, me gustaría publicar en formato libro.