Cámara al hombro para contar lo local

10 julio 2025 9 minutos
Redacción

Sin respuestas enlatadas, dejando que aflore la subjetividad de un pensamiento confiado en el trabajo y la planificación, el presidente del Instituto Audiovisual, Maximiliano Schonfeld, repasa la actualidad del cine en Entre Ríos. Ante la estampida de la claqueta confirma que en septiembre podría estar funcionando la cinemateca y que habrá edición 2025 del FICER.

A la hora señalada se plantó hacia el noreste como si fuera una cámara, dispuesto a grabar una escena que arrancaba probablemente desde el portón de acceso al complejo La Vieja Usina, sobre calle Gregoria Matorras de San Martín, justo antes de que la vista se llene de paisaje islero.

El nombre del predio en cuestión es una especie de paradoja dedicada a la cultura y las convenciones: se llama Centro pese a su lejanía de bocinazos y de peregrinos apurados en hacer gestiones o compras, allá donde se cruzan mirándose de soslayo las figuras de San Martín y Urquiza.

Con los años, lo que fuera una serie de instalaciones eléctricas olvidadas fue recobrando vida, reconvirtiéndose, llenándose de presencia humana y de manifestaciones artísticas, hasta constituirse en una galaxia multipropósito, una estructura cósmica gigante a la que se agregaron nuevas estrellas, donde conviven el coqueto Centro Provincial de Convenciones, las salas de La Vieja Usina, una amplia explanada y, en el fondo, algo escondido detrás de un domo, el Instituto Audiovisual. Mientras la rutina diaria sucede, contra el parque del Patito Sirirí, crece en hiladas el impactante edificio del Instituto del Seguro.

Es mitad de mañana, la jornada es luminosa, algo fresca. Maximiliano Schonfeld está parado como para dar la bienvenida a quienes aún no llegan. Desde cierta distancia, parece un perro de caza que intenta adivinar futuros en el susurro del viento.

Schonfeld es parte de un cluster de jóvenes realizadores que, inesperadamente, encontraron un caldo de cultivo en la laboriosa localidad de Crespo, de la que son oriundos. En tándem, pero individualmente, impulsan una narrativa, una forma de construir los personajes y una estética que da brío a la idea de que pueda existir un cine entrerriano.

Hace un año asumió el desafío de conducir el Instituto Autárquico Audiovisual, lo que significa una prueba para la carrera de cineasta, cuando su nombre empieza a ser citado con el debido respeto. Los ciclos de cine club, los talleres y las capacitaciones, la puesta en funcionamiento de las distintas regiones, las proyecciones en escuelas, el Festival Internacional de Cine de Entre Ríos, la recepción y curaduría de materiales audiovisuales que conformarán la cinemateca son acciones significativas, cargadas de trabajo en equipo que, sin embargo, el almanaque impiadoso amontona de un soplo junto a las hojas del otoño. Extraña dimensión la del tiempo, piensa Schonfeld, mientras los minutos de espera se le escurren en la observación fugaz del reloj.

A su alrededor, esos espacios que han estado abarrotados de gente ahora se prueban un traje de fajina. Es como visitar un set cuando no hay filmación. La sonoridad es múltiple: cuchicheo barítono de palomas; pasos en fila india de empleados mudando mobiliario; canturreo de aves silvestres; golpes de herramientas albañiles contra cemento, ladrillo o metal; pruebas de sonido; conversación de trabajadoras prolijamente uniformadas en medio del descanso oficinesco.

Schonfeld espera, como ante una imaginaria tranquera, a la hora indicada. Cuando lleguen los representantes de Tekoha, los invitará a su oficina. Se encontrarán con el escritorio de funcionario y, frente a él, con una mesa para reuniones. Allí sucederá la entrevista.

En planos secuencia y detalle, Schonfeld manejará con autoridad, con solvencia, una cámara verbal que desde la sala a oscuras hasta los créditos servirá para tener un panorama del cine entrerriano y de sus posibilidades de desarrollo.

—¿Qué es el Instituto en pocas palabras?

—Es un organismo autárquico dependiente de la Secretaría de Cultura de Entre Ríos que se encarga del fomento, la preservación, la difusión y la exhibición del cine entrerriano. Tiene la capacidad de generar sus propios fondos para distribuirlos en beneficio de la industria cinematográfica provincial. 

—Cuando iniciaste la gestión en IAAER, te propusiste una serie de objetivos. ¿Qué podés decir al respecto?

—El propósito principal era bastante simple: poner en funcionamiento un organismo que no estaba funcionando. Faltaba toda la estructura administrativa, es decir, hacer todo por primera vez. Personalmente, no sabía que estaba tan verde. Además, la Ley de Fomento a la Producción Audiovisual si bien se había creado hace varios años, tardó en reglamentarse.

Luego me planteé lograr cierta trazabilidad a mediano y largo plazo en favor de sentar líneas de acción sólidas que incluso puedan continuar los próximos presidentes del instituto.

Siempre supe que mi paso por la Dirección está atado a un determinado tiempo. Yo vengo del cine, no de la gestión pública, que de todos modos respeto. Me parece saludable que quienes estamos en plena actividad audiovisual estemos a cargo de este tipo de espacios, pero en mi caso sabiendo que será durante un tiempo acotado.

—¿Cuáles son esos lineamientos?

—A grandes rasgos, en primer lugar, el fomento y el trabajo sostenido con el Consejo Asesor para fortalecer una forma de gobierno menos personalista, más de conjunto. Allí hay un representante por cada una de las cinco regiones en la provincia.

En segundo lugar, la distribución de los fondos del IAFAS (Instituto de Ayuda Financiera a la Acción Social) en función de darle viabilidad a los recursos con los que contamos.

En tercer lugar, la creación de la cinemateca. En septiembre la inauguramos en el subsuelo del edificio nuevo. Hemos estado recolectando archivos de toda la provincia, en distintos soportes. Hay tesoros allí que deben ser sometidos al trabajo archivístico. Eso devendrá en la posibilidad de instrumentar un programa para las escuelas.

En cuarto lugar, la generación y el fortalecimiento de espacios de difusión y exhibición y, por supuesto, la realización de una nueva edición del FICER.

—El cine se cruza inevitablemente con otras artes.

—Eso es lo que más me interesa. El cine es un espacio de puertas abiertas, diálogo y experimentación.

En ese encuentro interdisciplinario, me interesa particularmente la gestión de la escucha sobre las nuevas demandas y formas de interacción de los jóvenes con los nuevos formatos.

—Entonces el cine entrerriano está en proceso de búsqueda.

—Tal cual. Es un diálogo abierto con las otras artes por la identidad. Está muy atravesado por las músicas y la poesía nuestra, consciente o inconscientemente. Nuestras propias tradiciones y rupturas laten allí.

Me volví de Buenos Aires no solamente por este cargo, sino porque siento que Entre Ríos está viviendo un momento histórico a nivel cultural. Hay una movida en Paraná que hace una década no se veía. Noto un brillo en sus artistas, sobre todo con las artes visuales.

La película El mensaje, dirigida por el cineasta crespense Iván Fund y filmada en Crespo, fue galardonada con el Oso de Plata, Premio del Jurado en la última edición del Festival Internacional de Cine de Berlín, y se convirtió en el primer filme argentino en competir por el Oso de Oro en cinco años. Que no parezca poco: tenemos que potenciar lo que está sucediendo.

—¿Cuáles son las fortalezas y las debilidades del cine entrerriano?

—Bueno, una falencia es que no teníamos cinemateca. Ningún organismo se encargaba de la preservación. Nosotros estamos generando un modelo de cero. Nos estamos dedicando a la búsqueda de archivos que están guardados en depósitos, museos y casas de familia, y al armado del corpus.

Encontramos de todo, ficción, documental. Hasta ahora son más de mil archivos en cuatro ciudades. Y todavía no terminamos el proceso de recepción. Son materiales increíbles para las comunidades, de las décadas del ‘30 en adelante, que hacen a la sustancia identitaria de cada espacio. Lo que puede pasar es sensacional: la gente se verá por primera vez, escuchará cantar a sus padres, conocerá otros familiares.

Entre Ríos tiene muchos cineastas, pero no tiene escuela de cine. Por eso estamos armando una itinerante que visitará alrededor de 20 localidades con pequeños cursos para adolescentes que se quieran iniciar en la cinematografía.

Abrimos una oficina nueva en Concepción del Uruguay. No nos tenemos que olvidar de la parte industrial. Escribimos la Ley de Cash Rebate que va a fortalecer la industria y por ende las inversiones a la provincia.

Con todas estas acciones se federalizará el cine.

—¿Qué es el cash rebate?

—Es un programa de incentivos económicos, también conocido como reembolso. Busca fomentar la producción audiovisual. En este sistema, se devuelve un porcentaje de la inversión realizada en proyectos audiovisuales, como cine, televisión, animación, videojuegos y publicidad, a cambio de que los contenidos se realicen en una ubicación específica, como una provincia o ciudad.

—¿Entre Ríos se hace un cine de productores o un cine de realizadores?

—De realizadores, indudablemente. El entrelazado entre industria y arte es muy delicado. Hay una tensión entre ambas.

El cine tiene la capacidad de generar muchos puestos de trabajo, de dinamizar las economías y hacer muy bien. Es un arte complejo de encasillar en las fórmulas habituales.

A mí especialmente me interesan mucho más las miradas artísticas que las industriales en el arte en general. Pienso que la cultura es la regla y el arte es la excepción.

Para evitar que la industria los termine absorbiendo, tenemos que buscar y apoyar a los artistas, a los que rompen el modelo, a quienes inventan el cine.

—Mencionaste al pasar los espacios de exhibición. No parecen pocos en cantidad, pero ese número no diversifica la oferta…

—Coincido. Es alarmante la concentración de pantallas. Me preocupa la escasez de películas en su idioma original, que es todo un indicador.

Ante estas circunstancias, es necesario estimular a las salas a que pasen otro tipo de cine, fortalecer los lazos con los cineclubes tradicionales, catalogar los programas para acceder a los materiales y propiciar que las subsedes del FICER se fortalezcan. Este es un festival que propone un desafío fantástico porque se convirtió en uno de los más importantes del país en un clima de dificultades económicas evidentes. Este año se multiplica el reto de hacerlo sin grandes recursos.

No me gusta usar la palabra esfuerzo como lo hace la política tradicional porque todos los trabajadores hacemos un esfuerzo. Por eso prefiero recurrir a la palabra creatividad. Hay que exponenciar la creatividad en la búsqueda de recursos con el fin de gastar donde hay que gastar, razonablemente.

—Para los espectadores el FICER es un evento público, masivo. Pero para un realizador, ¿cuál es su importancia?

—Es clave. Es un punto de encuentro. las películas se encuentran con públicos que normalmente no tiene. Hoy no hay cines que las quieran exhibir. Que la gente sepa quiénes son los realizadores de Entre Ríos que son reconocidos en el mundo, que hay películas nacionales en los rankings de películas del mundo es sumamente significativo. Es poner en contexto una obra.

Uno no puede valorar y amar lo que no conoce. Quién va a defender las políticas públicas si no ha visto las películas argentinas. El FICER es un vehículo para acercar, promover el diálogo y poner en el tapete las tensiones entre las comunidades y sus artistas.

Creemos que dentro de una comunidad lo más importante es el arte, después viene todo lo demás. Sin arte no hay brújula posible para un pueblo.

—¿Cómo se construye un realizador?

—Gran pregunta. Primero, con inquietud. La diferencia entre un artista y el que no lo es es que el que lleva el arte adentro no puede dejar de hacerlo, no puede dejar de crear. No tengo dudas de que, en mi caso, hubiera estado más cómodo si hubiese dejado de hacer cine. Pero la verdad es que no lo puedo dejar de hacer. Hay un músculo que se activa y que me hace intentarlo, una y otra vez. A todos los que nos dedicamos a esto nos pasa.

A veces pienso que cuando empezamos a hacer cine en Crespo teníamos todo para perder: veníamos de familias pobres, no había fomento, el Instituto recién se estaba formando. Lo poco que teníamos era mucho igual. Y seguimos insistiendo.

No tiene que haber excusas: que no hay equipo, que la economía no es buena, que el instituto está frenado. No se trata de negar o desconocer los contextos, pero de ninguna manera hay que bajar los brazos por eso.

—Al mismo tiempo, el cine no es solo el dominio de una cámara.

—La técnica ha confundido demasiado al realizador. Las cámaras filman más y mejor y eso le hace creer a uno que si no tiene la novedad, no puede hacer una película. Esto es una falacia gigante.

Lo interesante es narrar, generar universos, construir historias, encontrar un material sensible con el cual dialogar.

Cuando a uno lo moviliza lo que hace, siempre encuentra a otras personas que les pasa lo mismo. Y la conjunción se da naturalmente.

El cine es una construcción colectiva, casi de ritual. A nivel cultural, pelea contra una exacerbación de la individualidad que promueven las redes sociales y los relatos del gobierno nacional, que buscan implantar la idea de que lo único posible es el desarrollo individual, la meritocracia.

En síntesis, el cine necesita del otro como lazo comunitario y amoroso. Ese horizonte es también un programa.

—¿Cómo resolvés la tensión entre tu carrera y la gestión pública?

—Es para terapia.

Tengo claro que mi lugar es el cine.

Desde el principio precisé que no iba a dejar mi carrera como cineasta, aunque eso implicase que no iba a obtener ningún beneficio de la provincia.

Esta función me limita en ese sentido y en cuanto al tiempo y la energía que tengo para desarrollar proyectos. Pienso que haciendo cine puedo entender mejor qué políticas se pueden determinar. Así lo veo.

Concretamente, estoy en proceso de producción de largometrajes. Se me cierran algunas puertas y tengo todas las de perder. Esa es la verdad. Muchos lo entienden y me lo hacen saber, pero en la provincia también hay gente mala leche que no puede ver que uno sigue con su carrera.

Yo doy vuelta la página. No me involucro en esas discusiones. Listo. No voy a dejar de hacer cine porque es lo que amo y reconozco que mi paso por la función pública es temporal. La gestión que siga tiene que encontrar las cosas bien hechas. Mientras tanto, pondré todo mi corazón para que el cine entrerriano brille lo más posible.

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