Los jueves de octubre habrá una cita de lujo con la obra de Juan Manuel Alfaro. A las 20.30, en la Biblioteca Popular del Paraná, se pondrán en escena dos adaptaciones de cuentos suyos, El tordillo y El desierto. El unipersonal estará a cargo de Augusto Carballal, con dirección de Mache Bosso.
Destacado tanto en prosa como en poesía, Juan Manuel Alfaro nació en Nogoyá, aunque echó raíces en Paraná, desde muy joven. Su obra, que ha inspirado a compositores musicales, llega ahora al teatro gracias al trabajo de adaptación que llevó adelante Augusto Carballal, que también pasó sus primeros años de vida en el área rural para mudarse más tarde a la capital provincial. Alfaro por dos es la denominación de la propuesta teatral, presentada como “el desafío de internarse en el imaginario del autor; de adaptar a escena la narrativa de Alfaro, en este caso, de dos de sus cuentos, El tordillo y El desierto, que forman parte de La dama con el unicornio, galardonado en 1998 con el premio Fray Mocho”.
Las funciones están previstas para los jueves 2, 9, 16 y 23 de octubre, a las 20.30, en Buenos Aires 256, a un costo de 12.000 pesos la entrada general y de 10.000, si son socios de la Biblioteca Popular del Paraná. La obra fue estrenada hace unas semanas, lo que permitió que Carballal ensaye ante Tekoha un balance además de una descripción de la propuesta, mientras anticipa lo que vendrá. De sus expresiones se desprende que Alfaro por dos pone a prueba los recursos actores del protagonista. Lo que sigue es una síntesis del diálogo compartido.
–¿Cómo llegaron a la obra de Alfaro? ¿Lo conocieron, lo trataron?
–No hemos tenido relación directa con Alfaro. Yo nunca lo traté. Me vinculé como lector y por supuesto que siendo una persona conocida he pegado su rostro a una obra.
–¿Hay un momento preciso en el que lo leíste?
–En la pandemia. En ese tiempo eran habituales los intercambios virtuales de contenidos en contexto de encierro: músicas, cuentos, poesías. En ese entonces leí El tordillo, hice una grabación casera pero no lo puse a circular. Después leí el libro completo La dama con el unicornio y ahí me topé con El desierto. Ese camino zigzagueante ayudó a seleccionar los materiales de esta propuesta teatral.

–¿Qué te despierta cada uno?
–El tordillo me remite a mi infancia, en San Salvador, en el campo. El desierto propone un recorrido histórico del que formo parte tanto como le ocurre al autor, más allá de la diferencia existente entre las edades. En ambos casos, hay una experiencia de vida que me une a los textos.
–¿Qué desafíos se presenta ante el pasaje de un cuento a un guion teatral?
–He venido haciendo algunos trabajos de ese tipo. Las de El Farmer, de Andrés Rivera; Los Artigas, de Francisco Senegaglia; Quedarse un momento en silencio, de Laura Alcoba; y, más atrás en el tiempo, El sátiro de la carcajada, de Dalmiro Sáenz, fueron adaptaciones al teatro hechas por mí.
Al encarar el trabajo, lo que prima es que esté clara la voz del autor. Me interesa respetar el peso de las palabras del texto original, la forma de construir las frases y, por supuesto, no deformar el espíritu del relato. Está claro que en la escritura definitiva se filtran los intereses y la mirada del dramaturgo que hace la adaptación, pero me inclino por respetar las intenciones y los giros originales. Es decir, pienso los retoques como una estrategia para mejorar la puesta.
En este caso, se mantiene la terminología de Alfaro, la palabra, sus búsquedas, mientras en la resolución escénica incorporamos aportes que entendemos que juegan a favor de la apreciación del público.
–¿Qué vincula a los dos cuentos?
–Son relatos diametralmente opuestos. El punto de contacto es la referencia a la migración interna. Reflejan lo que les pasa a personas criadas no ya en el pueblo, sino en el campo, en el espacio rural, cuando por distintas razones tienen que radicarse en el área urbana o en una ciudad cercana. Los dos cuentos remiten a esas circunstancias. En el desierto, el regreso al campo de alguien que se fue a estudiar, le permite hacer una evaluación en la que la historia personal se cruza con la del país.
Esa referencia de Alfaro nos interpela a todos, sea que hayamos vivido las circunstancias o que hayamos leídos sobre ellas. Ese diálogo que se estimula con la propia experiencia es interesante.
–¿Qué tipo de puesta imaginaron?
– Los dos cuentos son autónomos. No hay cruces entre uno y otro. En relación a la puesta, desde un principio trabajamos con la idea del actor ante al público. Frontal. Cercano. Así fue el estreno, en la Biblioteca Popular del Paraná. Pero encontramos que al estar a un mismo nivel el escenario y la platea, había asistentes que no veían con comodidad. Así que, para las funciones que vienen, decidimos cambiar: el actor va a trabajar en una especie de pasarela intermedia y el público, dividido en dos grupos, se ubicará a cada costado. Naturalmente, este doble frontis genera desafíos actorales que, entendemos, enriquecen la puesta.
–¿Qué balance hicieron del estreno?
–La sala tiene una capacidad acotada, pero las butacas fueron totalmente cubiertas en el estreno. El público nos hizo una buena devolución, tanto desde la inquietud por ver representados los textos de Alfaro como desde la manera en que se lo resolvió.Fue rico para nosotros ir a hablar antes del estreno con Magali Serroels, la esposa de Alfaro, para contarle el proyecto y gestionar la autorización correspondiente. Tanto ella como sus hijas nos expresaron que estaban a gusto con lo que vieron en el estreno, que fue una experiencia movilizante y eso nos impulsa y confirma en el camino tomado.











