Un río libre y sano para inspirar una nueva cultura

1 octubre 2024 6 minutos
Redacción

Un caudal de 38 escuelas de todos los niveles fueron protagonistas de la 13ª Jornada por la Libertad de los Ríos. La actividad se realizó este 24 de septiembre, en La Vieja Usina de Paraná. El encuentro se volvió un vocerío juvenil, inquieto, deseoso de participar. Uno de los objetivos es que una mayor conciencia inunde las áreas de indiferencia que suelen desapegarnos del entorno natural.

Es una incógnita qué estrategia aplicar para que las aguas de una nueva cultura cubran las áreas de desinterés que se perciben en la sociedad en general y las comunidades humanas encuentren cómo vivir respetando la naturaleza que las acoge. Una de ellas es romper los diques de la desinformación, llamar la atención, aportar datos valiosos para que se dispare la reflexión y la consecuente toma de conciencia y se adopte una posición clara de defensa del medio ambiente.

Con esta rosa de los vientos, alrededor de 50 grupos de estudiantes siguieron el cauce de la Sala de Convenciones y la Sala Verónica Kuttel del centro cultural La Vieja Usina. Con la guía adecuada, fueron remando por una serie de stands organizados por AGMER Seccional Paraná, la Secretaría de Defensa de Bienes Comunes de AGMER Central y Docentes Por la libertad de los ríos.

Bajo el lema Por la soberanía de nuestros bienes naturales comunes, esta decimotercera edición desplegó una serie de actividades al aire libre en una zona de la ciudad donde es imposible no admirar la travesía aguas abajo del Paraná: la vista de ese paraíso de flora y fauna agreste que es al Islote Curupí, la referencia del Patito Sirirí y la lejana Plaza de las Colectividades, asumen otra perspectiva desde esa terraza monumental con la leyenda Paraná 211.

Mientras duró la jornada, las horas fluyeron sin prejuicio. Fue la antesala del día de la Libertad de los Ríos, una fecha que coincide con el 25 de septiembre de 1997, cuando Entre Ríos sancionó la Ley 9.092, que prohibió la construcción de nuevas represas en los ríos Paraná, Uruguay y Gualeguay.

El espacio es también una reunión intergeneracional, donde se transmiten unas nociones que los mayores recibieron de otros que les antecedieron, en una sucesión interminable que espera proyectarse en quienes los sucederán.

Esa concepto de bienes colectivos materiales e inmateriales atraviesa toda la cosmovisión y provoca, de pronto, que aparezca una versión de la docencia que va más allá de escribir en un pizarrón y que no se acaba en el aula.

En un alto de la jornada pedagógica, mientras los estudiantes llenaban de natural desparpajo los rincones, Tekoha dialogó con Carlos Andrade, uno de los organizadores. En sus respuestas, lo que ocurrió en La Vieja Usina fue solo un punto de partida: luego fue enlazando las reflexiones críticas hasta ofrecer un panorama de la compleja problemática.

–¿Cómo surge el grupo de Por la libertad de los ríos entre docentes?

Surge fundamentalmente desde inquietudes personales como docentes y compartidas con otros y otras docentes con quienes nos fuimos encontrando en las escuelas donde trabajábamos, vinculadas a la educación ambiental. Ya en 2010 ensayábamos propuestas de trabajo en red y articulado proponiendo jornadas interescolares donde nuestros cursos a cargo participaban con alguna actividad en torno a problemáticas ambientales de la zona de cada escuela, o globales también. La experiencia de participación en asambleas ambientales nos fue nutriendo de saberes de distintos campos, no solamente del académico, y de vínculos con distintos referentes y estudiosos de las numerosas problemáticas que se plantean en nuestros territorios.

Nos apoyamos, además, en los diseños curriculares de nuestra provincia y en la legislación ambiental vigente, como la misma ley 9.092 que ya en 1997 daba relevancia a la educación ambiental; la ley provincial de educación ambiental 10.402 del año 2014 y más adelante ya, la ley nacional de educación ambiental integral 27.621 del año 2021. Toda esta normativa, apunta justamente a pensar la educación ambiental, y la educación en general, trascendiendo las fronteras del aula, desde la transversalidad como enfoque y perspectiva pedagógica.

–En estos trece años de acción, ¿cuáles son las deudas saldadas y los nuevos problemas en materia socio ambiental?

Vemos que la Jornada Por la libertad de los ríos se ha instalado en la agenda educativa de las escuelas, especialmente aquellas que desde sus inicios participan.

Fue fundamental el rol de AGMER, nuestro sindicato docente, que asumió la propuesta y a partir de 2013 brindó su apoyo y acompañamiento. Sumándose a otras iniciativas de educación ambiental que se desarrollaban desde el gremio, la experiencia de la libertad de los ríos aportó a la conformación, a partir de 2019, con la reforma del Estatuto de AGMER, de la Secretaría de Defensa de Bienes Naturales Comunes, tanto a nivel provincial como departamental.

Los problemas ambientales planteados en los comienzos no se han resuelto, por lo cual continúan en agenda, aunque quizá con cambios, producto de los nuevos escenarios económicos y políticos. La protección de los humedales, la contaminación de los arroyos por residuos cloacales y domiciliarios, su entubamiento, las fumigaciones con agrotóxicos, la contaminación térmica y química de los complejos termales, el desmonte, son problemas que no se han logrado resolver.

La ley 10.477 que prohíbe la fractura hidráulica en Entre Ríos, sancionada en 2017, y que fue uno de los temas que trabajábamos en cada jornada es una deuda saldada. Sin embargo, se instaló en nuestra provincia, especialmente en la zona de Islas del Ibicuy, la extracción de arenas silíceas para trasladar directamente a Vaca Muerta sirviendo de insumo para el fracking. Por lo cual, indirectamente, y con impactos ambientales muy graves para la zona, Entre Ríos no estaría libre de fracking.

–¿Qué implica pensar la soberanía en estos tiempos?

Es pensar en un abordaje integral en cuanto a soberanía territorial, soberanía ambiental, soberanía cultural, soberanía de nuestros cuerpos, soberanía alimentaria, que en definitiva están relacionadas. Un pueblo que no puede acceder a la tierra para cultivar sus alimentos, que no tiene control de lo que cruza por sus ríos o que no sabe lo que incorpora en su alimentación diaria, o que no tiene la posibilidad de elegir qué comer y la información necesaria para distinguir un alimento sano de un comestible que puede ser transgénico o cargado de aditivos innecesarios, claramente no es un pueblo soberano, por más que tengamos delimitado un territorio que llamamos Argentina, sobre el cual, en teoría, decidimos como pueblo a través de nuestras formas de gobierno y administración.

–¿Qué atenta contra la libertad de los ríos, hoy?

Todos los problemas ambientales enumerados atentan contra la libertad de los ríos: los arroyos contaminados que desembocan en él, los litros de agrotóxicos derramados en los campos que llegan hasta el lecho del río (y que estudios como los de Damián Marino han demostrado científicamente), el agua termal derramada sin tratamiento, los residuos industriales y domiciliarios cuya gestión nunca fue prioridad real de los gobiernos, los terraplenes para construir que se dan principalmente en la zona del Delta del Paraná, la obturación del camino de sirga por parte de los particulares, clubes y emprendimientos diversos, que impiden el acceso y el tránsito en lo que por ley debería ser de acceso público aún cuando tenga propietarios, los barcos extranjeros que navegan sin control, la depredación de peces por pesca industrial, los incendios en las islas.

A todo ello hay que sumarle el negacionismo ambiental que se ha instalado, no solo en nuestro país sino a nivel global. Cuando el Presidente te dice que el cambio climático no existe y muchos aplauden y adhieren a ello, hay un peligro muy grande, no solo para los ríos sino, sino para todos los ecosistemas y en definitiva, para la propia supervivencia como especie humana. Porque negar el problema no te permite buscar soluciones o alternativas. Y lejos de autoregularse como pretenden hacer creer, la crisis ambiental se agrava día a día.

–¿De qué manera responden los estudiantes ante estas experiencias?

Se entusiasman en cada jornada que participan, tanto aquellos que llevan sus producciones para socializar como quienes van de asistentes. Hay curiosidad por conocer y sensibilidad ante las propuestas artísticas que se ofrecen. No faltan, obviamente, quienes miran de reojo sin involucrarse mucho o no se animan a participar, pero en su mayoría es una respuesta positiva tanto de estudiantes como de docentes. A estos últimos, les permite articular las temáticas y charlas que se dan en las jornadas con los contenidos que trabajan en la escuela, generando un espacio de conocimiento de muchísimo valor. Y eso se observa en cada grupo que escucha con atención una ponencia o se acerca a un stand a preguntar, toma apuntes, saca fotos, se involucra en el proceso educativo.

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