El sábado 7 a las 9.30, en el Centro de Jubilados y Pensionados de Paraná, Colón 165, se presentará el libro No fue No, una crónica reflexiva del Chubutazo, ocurrido en 2021. “Los sucesos fueron una reacción que condensó más de veinte años de historia de lucha y organización del pueblo en defensa del agua”, le dijo a Tekoha su autor, el periodista y docente Martín Ulacia.
Al provocar un desborde generalizado de las instituciones sociales tradicionales, las puebladas ponen en jaque la idea de que las sociedades están permanentemente ensimismadas e indiferentes, atendiendo su juego o titiriteadas por grupos que intentan imponer sus mezquinos intereses.
Una de ellas ocurrió hace tres años atrás, en Chubut. El periodista Martín Ulacia cubrió esas jornadas de épica democrática y brutalidad policial en la que ciudadanos habitualmente serenos desafiaron toda forma de autoridad.
Para la turbulencia informativa diaria, se trató de un fenómeno ininteligible o sencillamente de una orquestada conspiración, pero en realidad fue el episodio final de un cansancio de varias temporadas que Ulacia aborda en No fue no, una crónica del Chubutazo.
Escritor, cientista político y docente, Ulacia es un periodista emprendedor que se ha abierto camino en diarios, revistas y sitios digitales. El sábado 7 estará en Paraná, junto a Lucas Fossati, integrante de la Asamblea Rawson Playa. Lo que sigue es un extracto del diálogo compartido.
–¿Qué méritos encontrás en lo ocurrido aquella vez?
–El Chubutazo de diciembre de 2021 contra el intento de avanzar con la megaminería fue un estallido popular para nada “espontáneo”. Como suele pasar, los sucesos fueron una reacción que condensó más de veinte años de historia de lucha y organización del pueblo de Chubut en defensa del agua, con un rol clave de las asambleas socioambientales, que están compuestas de vecinos y vecinas que han hecho un enorme trabajo de concientización en el conjunto de la población.
Los méritos son esos: haber sido una pueblada que durante seis días puso en jaque al poder político y a empresas mineras multinacionales como Panamerican Silver, que no cedió ante una represión estatal realmente brutal.
Fue una experiencia política que dejó enormes enseñanzas que aún vale la pena seguir procesando, porque son de mucha actualidad y porque todavía hay personas que se movilizan y son perseguidas y criminalizadas por la Justicia, como siempre, al servicio de este tipo de capitales que bajo el gobierno de Milei han logrado mejorar sus condiciones de inversión con un régimen como el RIGI, aprobado por el Congreso.

–¿Por qué te parece que tiene sentido registrarlo en un libro y ponerlo a circular en las presentaciones?
–Una historia así merecía ser contada. Parafraseando esa idea tan conocida de Walsh que sostiene que las clases dominantes siempre quieren borrar la historia de los pueblos para que las luchas siempre empiecen de cero, tener un registro de los hechos y de las voces de quienes fueron protagonistas del Chubutazo me parecía un trabajo necesario.
Las presentaciones del libro fueron un capítulo aparte. Como el libro salió pocos meses después de los hechos, sirvieron como un espacio para volver a encontrarse, hacer catarsis, balances y mantener la guardia alta. Además, personalmente, me dio la chance de conocer a personas valiosísimas, con las cuales sólo había tenido contacto a la distancia por mi trabajo como periodista siguiendo el tema de la minería en Chubut.
– ¿Qué tiene de singular lo ocurrido en torno al No es No y en qué medida puede inspirar o se conecta con otras experiencias de resistencia popular contra las arbitrariedades de los poderosos?
–Si bien el libro es una crónica, intenta recoger y poner el foco en algunas singularidades del movimiento que copó las calles. Durante las presentaciones que hicimos en 2022 en la provincia y en otras ciudades del país, también se reflexionó colectivamente en torno a una pregunta similar, que también deben hacerse las mineras: “¿Por qué estalló en Chubut?” “¿Por qué fue tan poderosa la resistencia?”.
Con características similares al movimiento de 2019 en Mendoza, el trabajo militante de las asambleas y de las comunidades indígenas de la Meseta (el lugar donde estaba ubicado el “Proyecto Navidad” de Panamerican Silver, que era favorecido por la ley impulsada por el entonces gobernador Mariano Arcioni y apoyada más o menos explícitamente por diputados de todos los partidos políticos tradicionales de la legislatura) es clave para comprender lo sucedido.
También pesan las particularidades geográficas de Chubut, ya que hay un solo río, el Río Chubut, y el agua es cada vez más escasa para la población, porque más allá de las mineras que aún no han podido hacer pie, históricamente se la llevan las petroleras y los grandes terratenientes. A esto se suman dos elementos más: el Chubutazo de 2021 había sido precedido por una fuerte crisis financiera en la provincia que precipitó un fuerte proceso huelguístico de docentes y estatales, entre los años 2018 y 2019, luego golpeado por la pandemia en 2020.
–Fueron confluyendo distintas fuerzas.
–Así es. La situación en la provincia ya estaba caldeada y la bronca contra el gobernador Arcioni, que como se sabe -porque fue noticia nacional-, durante meses no abonó en tiempo y forma los sueldos de estatales (incluso de trabajadores de la salud en pandemia), mientras pagaba religiosamente la deuda externa provincial, solo necesitaba de una chispa; y el intento de pasar por encima de más de veinte años de historia fue la gota que rebalsó el vaso.
–¿Qué pasó con el arco sindical?
–Fue decisiva la intervención de sectores “pesados” de la clase obrera, como lo fue la pesca, con marineros, estibadores, trabajadores y trabajadoras de plantas de procesamiento en tierra que paralizaron los puertos de la provincia durante días y levantaron piquetes en las rutas, desbordando incluso sus propias direcciones sindicales, que terminaron cediendo y acompañando las medidas de acción directa.
Ese fenómeno tuvo varias aristas. En primer lugar, la represión más cruda, que fue en las ciudades de Rawson, donde está ubicada la Legislatura, y en Trelew fue en gran parte contra familiares directos de los trabajadores de la pesca y ahí se tocó una fibra muy sensible. Hay testimonios de marineros obligando a volver a tierra a sus capitanes porque se habían enterado que tenían algún familiar herido por las balas de la Policía de Chubut que, meses después, a modo de provocación, fue condecorada por el propio Arcioni y sus ministros.
Por otro lado, la intervención obrera no tuvo focos exclusivamente en este sector. Los metalúrgicos de Aluar se movilizaron; no lo hicieron bajo las banderas de la UOM pero sí individualmente; las bases de sindicatos como Camioneros o Comercio no acataron las órdenes de sus direcciones, que en que varias ocasiones intentaron movilizarlos como fuerza de choque para-estatal, y así presentar la película en los términos de “trabajadores defienden que avance la minería, por más trabajo”.
Esta particularidad del Chubutazo tiene otro significado, más profundo.
–¿Cuál?
–Creo que refuta una vez más el lugar común que cataloga la lucha ambiental como un terreno reservado para las clases medias urbanas, movilizadas por una sensibilidad genuina, noble, pero alejada de los territorios. Cuando el avance de la depredación ambiental capitalista te lleva a tomar agua contaminada o te envenena los pulmones, la resistencia y la lucha se hacen carne. Poner el cuerpo se impone como una necesidad vital. No hay nada que perder. Son múltiples los testimonios de vecinos de Chubut que jamás se habían movilizado por causa alguna, que aquellos días enfrentaron la represión cual militantes y activistas probados, con argumentos tan simples como poderosos como: “Esto lo hago por el futuro de mis hijos. No quiero que se queden sin agua”.

–¿Cuáles de tus formaciones gana la pulseada en el libro, la del cientista político o la del periodista?
–Considero que mi formación académica en la universidad pública, que reivindico y defiendo, me brindó un marco y las herramientas teóricas necesarias para intentar analizar el fenómeno como un eslabón de procesos y dinámicas mucho más profundas, como es el modo de producción vigente y su vínculo con la naturaleza, y no quedarme sólo en el registro de los hechos y la búsqueda de los testimonios, que es lo que aporta la práctica periodística y que considero son lo más valioso del libro. Los relatos hablan por sí mismos.
–Vivimos una época de vorágines, muchas veces de eventos insustanciales. ¿Qué aportes sentís que hace al periodismo un libro como este?
–Atravesamos un momento donde la información y los temas de interés son dominados por el poder del algoritmo, bajo el cual desde ya se busca camuflar, despersonalizar y mistificar un poder que es muy terrenal y de clase, y donde se busca amenazar el trabajo periodístico humano en manos de la IA. En este contexto, es un desafío ensayar registros como esta crónica que pone en valor la necesidad de estar en el lugar, de poner el cuerpo.
El valor de los vínculos humanos directos es irremplazable para la construcción y la difusión de información, conocimiento y experiencias que se planten contra los poderes establecidos.
No se puede cubrir periodísticamente del mismo modo un tema sin participar de una marcha, una asamblea, una charla. Pienso que la tecnología tiene que estar al servicio de potenciar ese abordaje, no de obturarlo.
–¿Le cuesta al libro filtrarse en la agenda de los medios, pese a que está hecho por un comunicador?
–Siempre que puedo destaco que el libro fue un gran esfuerzo individual, como trabajar desde muy temprano fuera de mis horarios como asalariado en medios, pero que no hubiera sido lo mismo, o siquiera hubiera existido, sin el trabajo colectivo de muchos colegas comunicadores de Chubut que, justamente, nos agrupamos casi un año antes del Chubutazo en torno a la problemática de cómo trabajar en medios, tradicionales y alternativos, bajo la enorme presión económica y política del lobby megaminero.
Esa presión continúa y la publicación del libro, que tiene un claro posicionamiento político de mi parte, tuvo un alto costo profesional, en el que muchas fuentes no me respondieron más los teléfonos. Es una decisión “editorial” que reivindico todos los días. Pero aún así, fue tan potente y tan masivo lo de Chubut aquellos días que se rompió el cerco y las noticias tuvieron eco nacional e internacional.
–¿Por ejemplo?
–Me pidieron escribir una nota para France24 y me contactaron estudiantes turcos para escribir una tesis. A nivel local, Clarín levantó uno de los videos que subí a Twitter durante la represión en Rawson la madrugada del 16 de diciembre, desde ya de una forma políticamente interesada, porque para ellos la pueblada era un golpe para un gobernador alineado con el Frente de Todos como Arcioni que, de hecho, a pesar de todo esto fue parte de las listas del peronismo en las últimas elecciones, como candidato al Parlasur, apadrinado por Massa.
Pero además de concitar cierto interés mediático, con un gran impulso de medios alternativos, el libro fue reconocido en 2022 por el Concejo Deliberante de Trelew y este año fue declarado de Interés Legislativo por la Cámara de Diputados del Congreso Nacional. Ambas conquistas, que valen doble porque se imponen en el propio terreno y las instituciones donde operan los intereses políticos que responden y legislan a demanda de las más variadas formas del extractivismo y el saqueo en Argentina, como puede ser acá en Entre Ríos el avance de los agrotóxicos o los negociados y el impacto ambiental en torno a la Hidrovía.
A pesar de que han intentado contar otra historia y de seguir persiguiendo a quienes se han movilizado, el libro va por su segunda edición y, en la medida de mis propias posibilidades materiales, sigue girando por el país con presentaciones que tienen la particularidad de ser organizadas muy desde abajo, como será en el caso de Paraná, por parte de agrupaciones de docentes y jubilados de Paraná, y junto a un reconocido asambleísta de Chubut como es Lucas Fossati. Esto también vale doble.