El viernes 10 y 17 de octubre, a las 21, en el subsuelo de Urquiza y San Martín, habrá nuevas funciones de ¡Sos vos, Gardel!, la obra teatro escrita y dirigida por Carlos Saboldelli, que recupera una visita a Paraná de El Zorzal criollo. Un encuentro entre el artista y un periodista local recrea situaciones que el público valora, a juzgar por los aplausos del final.
Con puentes construidos hacia acontecimientos que quedaron graficados en notas de prensa, allá por 1933, la obra ¡Sos vos, Gardel! es la historia de un encuentro imaginario entre alguien de mundo (Carlos Gardel) y un periodista con poca calle pese a las apariencias de su oficio, cuya vida se ha visto absorbida por la cobertura de la actualidad y la escritura de crónicas y noticias deportivas, policiales y culturales.
Protagonizada por Jorge Calcina y Emilio Ruberto, la puesta alude a puntos ciertos de la ciudad, como el Gran Hotel Cransac o la prostibularia calle Diamante, cuya atmósfera y cultura rescatara la poesía directa de Nicolás Jozami.

El nudo de la historia se apoya menos en esos retazos históricos que en los dilemas de un triunfador itinerante y la inspiración que podría ejercer en su compañero de copas para que pueda materializar por escrito el amor hacia una mujer.
Para el equipo, se trata de “una obra teatral que revive la histórica visita de Carlos Gardel a Paraná en 1933. Aquella tarde de agosto, miles de vecinos se reunieron en la Plaza de Mayo para aclamar al ídolo que se alojaba en el Gran Hotel Cransac, mientras promocionaba sus películas y deslumbraba con su voz”.

Una de las leyendas urbanas asegura que Gardel pasó una noche en la prostibularia calle Diamante cuando se presentó en la ciudad por segunda vez en 1933, seis años después de su primera visita. En la obra, los personajes van abandonando los lugares comunes del personaje exitoso y del periodista enfocado en su trabajo para que emerjan las inquietudes, frustraciones y anhelos, con lo que el público se identifica mejor, ríe, se emociona y al final festeja.
De la escena forma parte una mesa de bar y un piano, levantado en el punto de encuentro de dos alas en las que el público compartió mesas, bebidas y platos de comida rápida, en un entorno de complicidad. El maquillaje fue responsabilidad de Bárbara Wolter y para el vestuario de época se recurrió a la Sastrería Teatral Municipal Laly Mainardi.