La siguen remando 

6 marzo 2025 7 minutos
Cristal Bella

Otra cruzada por el río Paraná cingla el principio de que si se replica la codicia, se duplica la resistencia. Ahora mismo, en el marco de una campaña multitudinaria, una marea humana clava los remos por gran parte del litoral en defensa de nuestras aguas y nuestra biodiversidad. 

Treinta años pasaron de aquella vez. A mediados de los 90s, sectores populares lograron frenar la construcción de una gigantesca obra hídrica que destruiría el ecosistema del Paraná. Hoy, empresas extranjeras pretenden dragar el río a 44 pies para adaptarlo a las necesidades de unas pocas compañías dueñas de barcos de gran porte. 

Por estas horas, se desarrolla una travesía de 1.200 kilómetros y 22 días en defensa del río Paraná, que comenzó en Formosa, pasará por distintas ciudades, incluida la capital entrerriana, y terminará en Santa Fe. “Remar Contracorriente por el Agua y por la Vida” es el lema convocante y se produce tres décadas después de la remada histórica que permitió frenar la instalación de una represa en el Paraná Medio.

En este preciso momento, en algún paraje ribereño, con barrancas, islas y anegadizos desbordantes de vida animal y vegetal, Luis Cosita Romero, junto a Mariano Martínez, Nelson Yapura y Francisco Paredes, vuelve a protagonizar una cruzada fluvial para advertir sobre las consecuencias de la reconcesión de la Hidrovía Paraguay – Paraná. 

Con la yapa de devolverle al alimento la nobleza que siempre ha tenido, un baqueano de río, un músico, un pescador y un documentalista no se amarran a la clásica metáfora de remar en dulce de leche: reman en el agua salvaje y picadita de uno de los ríos más extensos de la Tierra; con la convicción de mantener su abundancia silvestre y el azúcar de sus corrientes que tanto bien nos hacen; y contra los embates de una privatización que, según sostienen, de concretarse podría hacer estragos. 

Ribereños se reúnen a darle aliento a los remadores.

De ayer a hoy

“Yo veo al futuro repetir el pasado” reza una canción que fue adaptada al castellano en 1992. Fuera del mundo de los versos, aunque en escenarios disímiles, para bien y para mal hay escenas que se repiten. La historia de las resistencias nos enseña que no es útil el gesto de cruzarse de brazos cuando peligran derechos o se afecta la vida. 

En el marco del caudaloso programa Remar Contracorriente, resulta inevitable pensar en el dejavu de las luchas. Es constante el tira y afloje con un modelo económico que cuando es rechazado se agazapa en busca del momento oportuno y vuelve con similares propósitos, disfrazado de progreso o de presuntos beneficios para el conjunto. 

Ese registro de 1996, encabezado por Romero y su compañero Raúl Rocco, nos permite reaccionar con la precaución de no caer en falsos espejismos ni pretender respuestas absolutas, pero sí reclamar con tenacidad cambios en las políticas públicas que nos favorezcan o, al menos, generen un perjuicio mínimo sobre las comunidades y las biodiversidades de nuestros territorios.

En aquella y esta oportunidad, los expedicionarios impelan sus embarcaciones, llegan hasta las ciudades y pueblos, explican, informan, crean conciencia y buscan construir una red de contención atenta a los estudios ambientales, la cultura y el arte de los pueblos costeros.

En esta treintena, el mundo se movió rápidamente para adelante y para atrás sin mostrarnos las posiciones en el tablero. Se invirtió en maquinarias que nos permitieron aceleradas producciones en serie y en tecnologías que nos conectaron en milésimas de segundos; llenamos el Mp3; encontramos nuevas maneras de sanarnos y salvar vidas; nos unimos a Facebook; lanzamos cohetes y abandonamos, despacito, la costumbre de tirar cuetes; constelamos; vimos nacer el trap; nos golpeó una pandemia que aún duele; hicimos papas fritas con aire; llovieron criptomonedas; enloquecimos con inteligencia artificial y estamos ahora tal vez un poco confundidos; se ha recreado la vida; algunas comunidades crecieron en asfalto y luces de neón, a otras se las va devorando el tiempo; por los medios nos enteramos que la civilización piensa en la posibilidad de sostener la vida en planetas lejanos y en la vida cotidiana comprobamos que nos hemos vuelto sujetos de convivencia virtual. En conclusión, ha pasado bastante agua en busca del mar y hemos crecido mientras el río sucede, joven y viejo a la vez.

En este mientras tanto, el Paraná recibe la caricia firme de los remos de un grupo humano que refunda una acción de resistencia propia de otra época. Esta gente río, sin hacer uso de estrafalarios recursos, ni de una vajilla de reyes, ni mamotretos robóticos, en favor de defender el entorno natural y lo que creen importante para la comunidad, ponen a disposición lo invaluable: el cuerpo, el tiempo, los saberes y las convicciones. 

Remar Contracorriente replica elementos tradicionales como recorrer distancias reales, afrontar el esfuerzo físico, sentir el contacto directo con la naturaleza, andar en grupo. Esa correntada indómita, que empuja a La Yaguarona, a La del Zurdo, a Salvemos al Paraná y a una serie de embarcaciones que bogan siguiéndoles el ritmo y los principios, se lleva en la sangre. Con estas acciones se renueva la vida a través de venas y arterias y, en paralelo, nos despabilan con la concepción de que nuestro territorio no es un paisaje fotografiable nomás: nos hace y somos parte de él, nos enferma o nos mantiene vivos. 

Una de las principales embarcaciones de la travesía.

La utopía sirve para caminar como refraseó Eduardo Galeano en una ocasión. En esta batalla, no se trata de colocar una margarita en una boca de rifle esperando parar una bala. Sí se trata de estar al pie del cañón con manifestaciones de paz: que el diálogo sea el anzuelo que llevan en el bolsillo para atrapar un ápice de consenso social sobre una problemática que nos interpela. 

Está previsto que la travesía llegue a Paraná a mediados de mes y termine el 22 de marzo en Rosario, en el marco del Día Internacional del Agua. En pleno viaje dialogaron con Tekoha Romero, Martínez y Martha Arriola, de Cuidadores de la Casa Común. La charla confluyó en un intercambio reflexivo que intenta explicar el porqué de esta denunciante aventura. 

―¿La libertad, la vida, la cultura, la soberanía, lo público son conceptualizaciones que se están intentando tergiversar frente a nuestros ojos? 

-Es así. La realidad se distorsiona. Se genera una realidad que no es tal desde la vivencia del pueblo, sobre todo de los que más padecen injusticias.

Hay una influencia de quienes producen esa realidad a través de medios de comunicación, redes sociales y la cultura de consumo y de descarte que se impone como dominante.
Es una lógica darwiniana cruel en la que una inmensa mayoría sobra, desde una visión de sálvese quien pueda: y el que puede es el que tiene con qué. 

No solo se impregna en Argentina, también en el mundo. El modelo extractivista de capitalismo salvaje es denunciado por el Papa Francisco en sus encíclicas. En el Laudato si’ está muy claro descripto. 

Lo que se instala va en contra de lo que vivimos, pensamos, deseamos, soñamos.  

―Es importante saber cuándo actuar también. ¿Cuánto llevan planeando esta travesía? 

―Sí, uno lo percibe. En el período de vacaciones de invierno del año pasado hablamos de la necesidad de remar para denunciar la entrega del río Paraná. Nos vimos obligados a encontrar una salida. En diciembre armamos el equipo con distintas organizaciones. 

Hasta entonces trabajamos y planificamos el viaje para tener un mayor impacto. Materializamos la idea y conseguimos los recursos con aportes y esfuerzos de mucha gente. 

―Ustedes alegan que no ha habido estudios de impacto ambiental correspondientes para llevar adelante ese dragado pretendido. En paralelo, ¿hay un esfuerzo por defender la idea de que esta lucha no es un capricho de un grupo, sino una cruzada de varias comunidades atentas a los territorios que habitan?

―Es real. No se puede llamar a licitación sin los estudios ambientales pertinentes. Sencillamente no se puede dar en concesión si esto falta. Es como poner el carro por delante del caballo.
Respondiendo a la pregunta, nosotros defendemos la vida y ponemos el cuerpo. Tenemos la convicción de que solamente manifestándonos podemos revertir una decisión de la política. 

-¿Notan una sociedad preocupada por esta temática? ¿Conoce esta comunidad paranaense las implicancias de las obras que se plantean llevar adelante en el río? 

-No todos están atentos. Sí hay una franja de la sociedad que ha comenzado a interiorizarse en la cuestión ambiental porque en sí misma esta empieza a ser parte de la cotidianeidad. Las organizaciones, las comunidades costeras y los pescadores son conscientes de las problemáticas.
Ambientalmente, la propuesta de aumentar el calado del río a 44 pies desestabilizaría ecosistemas críticos, afectando humedales esenciales que regulan inundaciones y sequías, perjudicando la calidad del agua y actividades como la pesca artesanal. A nivel social, las comunidades de la costa enfrentan riesgos como la contaminación del agua potable y el desplazamiento, agravando las desigualdades sociales en un contexto de crisis climática. Económicamente, mientras el 80% de las exportaciones agroindustriales argentinas sale por el Paraná, la gestión privatizada perpetúa el saqueo de recursos y la evasión fiscal, dejando a las comunidades fuera de los beneficios.

En general, la gente ignora la implicancia de una privatización o ve al río como agua que corre solamente, sin imaginar lo rica que es su variedad en peces o en humedales. Es poco lo que se profundiza en el conocimiento del entorno en el que vivimos. Falta educación a temprana edad sobre la importancia que tienen la naturaleza y sus recursos. Si a un río lo planteamos en geografía como un hilo azul que solo divide límites políticos entre provincias o países, nos quedamos en la superficie.  

Esa es una forma que tiene cierta comunicación y la desinformación para hacernos mirar para otro lado.

―¿Remar a contracorriente además implica pensar contra pretensiones individualistas cada vez más enraizadas?

―Sí, tal cual. El modelo imperante nos empuja al individualismo mientras nos quita fuerza para manifestarnos como sociedad y entierra nuestra construcción cultural, colectiva y ancestral a través de embates de prácticas y ejercicios intelectuales foráneos. 

―Uno de los fines de esta travesía es la reunión social y a partir de eso la producción de diálogos, la transmisión de saberes, la generación de espacios donde cabe el arte.

―El objetivo mayor es reafirmar lo nuestro. Vamos con distintas manifestaciones artísticas ligadas a la cultura fluvial de esta tierra que nos alimenta. Si podemos vamos a armar un festival en cada lugar al que lleguemos.

Dentro y fuera del agua, organizaciones y sociedad civil se manifiestan por la soberanía de nuestros ríos y cuencas.

¿El deseo es volverse con qué?

―Honestamente, deseamos superar las expectativas. Nos alegraría llegar a una ciudad y encontrar gente presente en un puerto esperándonos. No vamos a bajar línea ni a hacernos los sabiondos. Nuestra misión es poder escuchar los puntos de vista de las comunidades en una ronda de intercambios en la que podamos registrar los encuentros y sacar problemáticas a la luz. Creemos que ese diálogo va a llegar a una concreción positiva, aunque la política no lo considere así. 

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