Un puñado de canciones consentidas, delicadamente concebidas, le permiten a Magma protagonizar un sosegado festejo musical. Exploradores de los caminos y los estilos, vienen instalando su carpa de ensueño en distintas localidades. Creen que es momento propicio para encontrarse sin mediaciones. A la experiencia la vuelcan en una política de los detalles que le da a la propuesta un salto de calidad.
Se suceden los recitales de Magma y la situación se reedita: la formación de trío, que con el correr de las canciones se convierte en cuarteto, logra crear una galaxia en la que artistas y público flotan levemente hasta que cada cual se reencuentra con sueños recónditos o a flor de piel y va tejiendo junto a otros una amable comunidad de voluntades que se retiran dispuestas a insistir con aquellas esencias que la época se empecina en despreciar.
En la propuesta que está presentándose, las letras, los arreglos, el canto, el eventual silbido, van conformando una argamasa potente que une canciones que tienen décadas de vigencia con composiciones nuevas. Con Magma la canción se hace recurso narrativo y provoca que la platea regrese a ese momento mágico en el que desaparecen los relojes, las personas se independizan de sus celulares, la rutina del mundo externo pierde vigencia y los amigos simplemente se entregan al ritual confraternal, se entienden y refuerzan el vínculo.
Uno de los secretos puede ser que la banda cuenta historias de personas corrientes, parecidas a quienes la escuchan; pero además las narra desde una conjunción de recursos en la que melodía, rítmica y palabra cantada, van cediéndose el predominio en busca de una expresividad potenciada, como si estuvieran conversando hasta llegar a la misma conclusión: es imperioso regresar de esta deshumanización que oxida a la sociedad y las existencias individuales.

Bajo el paraguas de Magma, actualmente salen a escena Alberto Felici en canto, Alfredo Ibarrola en piano y Pacho Torres en guitarra y bajo. En la segunda mitad se incorpora Julián Ibarrola desde la percusión. Sobre una base de solidez expresiva, función a función el grupo va buscando conjugar el verbo musical: explora, subraya, indaga, suma.
Musiqueros del silencio significativo, por estos días están recorriendo distintas ciudades de Entre Ríos, en salas ya consolidadas y en espacios que se van abriendo a la presentación en vivo, como es el caso de De las maravillas, en Oro Verde, un pulmón de las artes, además de librería. Luego de un periplo tienen previsto regresar a Paraná para ofrecer su show el sábado 20 de septiembre a las 21, en la Vieja Usina.
Hay un detalle que emerge apenas se analiza la agenda que se está cumpliendo. Los Magma vuelcan su experiencia manejándose en escenarios de alguna amplitud o haciendo malabares con los centímetros cuadrados. En este momento del país y de sus carreras, Torres, Felici y los Ibarrola privilegian el contacto cercano, la charla horizontal, el gesto de mirarse a los ojos. Se los ve cómodos. Esa confortabilidad también es un puente de palabras que ayuda a compartir anécdotas o los orígenes de una letra. El logro está en los términos en que se resuelve una ecuación dinámica, en constante transformación, cuyo producto es un sonido integrado y una justa intervención de los elementos.
Es como si hubiera una sintonía común, una especie de hermandad que se espeja y que disimula pequeñas incomodidades que puedan presentarse. En ese sentido, corresponde destacar que otro aporte es la construcción de la escena sonora, bien resuelta, pese a las dificultades espaciales que a veces se presentan.

En cuanto a la obra como tal, las letras de Felici son relatos orales que contienen secuencias cinematográficas, postales fáciles de seguir y situaciones que se pueden imaginar sin problemas. Su inquietud como autor es la suerte de las personas, las decisiones que deben tomar, los desafíos que asumen. La experiencia del otro y el sentido de observación de Felici son las alas de sus versos libres. Esos fotogramas se integran a la canción a través de la cinemática que le aporta la delicada composición musical de Ibarrola. La producción, entonces, adquiere otro vuelo, se capitaliza el texto escrito con la poética compositiva de una manera tenue, sin que ninguna sofoque a la otra o la aventaje.
Más allá de su proclama de humanización en las historias interpretadas, no hay un desarrollo de la canción testimonial en Magma, en el sentido clásico de la apelación. No despliegan la rima políticamente evidente. No recurren a la declaración obvia, con lo importante que es a veces decir las cosas de una manera directa. El metamensaje va a lomo de la forma en que encaran la música, respetuosa del otro y de las herencias populares, donde la obra del conjunto está por encima de los egos y vanidades, donde el protagonismo circula como en una asamblea de demócratas y el resultado es producto de un estado de felicidad compartida.
El equilibrio armónico y sonoro de la banda es otro punto alto. Hay perfumes de folklore que se despliegan en el espectáculo, al que le suman toques propios del legado del rock, delicias indudablemente adquiridas durante una formación sistemática y una cuerda jazzeada que se manifiesta en la concepción orgánica de los temas. Puestos a tocar, a los Magma no los apura el paso del tiempo, disfrutan de un presente que va sucediendo y esa energía mansa que generan se contagia en el público.
En la madurez, al repertorio de Magma se le vuelve traslúcido el programa que animó la Alternativa Musical Argentina: sentido cooperativo en la construcción, sustento autogestivo en la búsqueda de públicos y alta exigencia artística para componer y para interpretar, para armar los espectáculos. Esa versión del artista comprometido los ha hecho mantenerse vigentes y expresivos. En épocas en que el odio al semejante se ha vuelto el pan de cada día, militar una poética del encuentro es un desafío necesario y toda una postura ante la vida.