María Esther de Miguel, una escritura de largo aliento

1 abril 2025 10 minutos
Redacción

Una tarea colosal se ha fijado la editorial gualeguaychuense Oyé Ndén: reeditar la obra completa de la destacada escritora entrerriana, a un siglo de su natalicio. El sello, cuyo nombre alude al legado de guardar memoria, rinde homenaje, pone en valor y actualiza la producción de una autora que registró el presente y el pasado con mirada de mujer provinciana y cosmopolita.

Editar su obra entera empuja a internarse en la vida de la autora que se convirtió en una cronista de la identidad nacional y supo explorar la hibridez entre ficción y realidad histórica de manera magistral.

Cálida y transparente, la existencia de María Esther de Miguel está repleta de pasajes cinematográficos. Su apariencia física menuda y los ojos expresivos, diáfanos, entonaban de maravilla con su tenacidad. Un indicio de ello se advierte en la siguiente anécdota. En cierta oportunidad envió un cuento al diario La Nación con el siguiente ruego: “Soy entrerriana, soy fea, soy petisa, soy monja: por favor, ¡publíquenlo!».

La gualeguaychuense, que tuvo una legión de lectores, desarrolló un estilo narrativo llano, con cepas de entrerriana coloquialidad, en el que no faltaban un lenguaje vivaz y muestras de agudo ingenio.

Díscola y cuentera, como solía describirse, abordó tempranamente temáticas con “una mirada de mujer”, según sus propias palabras.

Sin dudas, la oriunda de Larroque fue una referente indiscutida del boom de la novela histórica en los ‘90, en la que buscaba mostrar a los próceres con defectos y virtudes, humanizándolos.

Con un pasado como maestra, María Esther se mudó a Buenos Aires para convertirse en religiosa y perfeccionar su escritura. Además, se desempeñó como periodista cultural y ocupó cargos tales como la titularidad del Fondo Nacional de las Artes y de la Fundación El Libro, ente organizador de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires.

En sintonía

A cien años del nacimiento de la escritora, la editorial independiente Oyé Ndén, de Gualeguaychú, se propuso reeditar los 18 títulos que conforman el vasto corpus de De Miguel.

El sello, con un nombre en homenaje al pueblo chaná que habitó estas tierras, se caracteriza por un catálogo ecléctico y de raíz local. Su curaduría procura recuperar voces entrerrianas que, según el equipo, “merecen ser leídas”. De hecho, Crónicas periodísticas, con piezas de la autoría de María Esther, fue una de las primeras obras que compilaron y editaron.

Este plan a largo plazo es encabezado por Nicolás Darchez, el fundador de la editorial y Profesor en Letras, y Daniela Churruarín, la docente e investigadora que escribió Invitados al paraíso de María Esther de Miguel, el libro que reúne y sintetiza la vida y obra de la literata.

Si en otro plano María Esther de Miguel estuviera observándolo todo, el equipo de trabajo comprometido en este asunto sentiría la presión de sintonizarse con una mujer que ha sido meticulosa con su trabajo. Se tiene registro de que allá por el ‘98, un lustro antes de ser abatida por un cáncer, en alusión a Un dandy en la corte del Rey Alfonso, expresó: “Mi novela ya está lista, y si me muero antes de que aparezca, lo único que pido es que la corrijan bien».

En la etapa inicial de esta hazaña editorial, Tekoha dialogó con Darchez sobre los desafíos de este proyecto e, ineludiblemente, sobre la homenajeada autora.

―¿Qué representa María Esther de Miguel para la literatura entrerriana?

―Si bien María Esther realizó toda su producción literaria viviendo en Buenos Aires, su escritura nunca dejó de ser entrerriana: el uso de términos regionales, la forma de utilizar la puntuación más cercana a la oralidad y la cadencia del litoral, las temáticas, entre otros aspectos, hacen de su obra una obra de provincia; con el plus de haber trascendido las fronteras entrerrianas y conquistado lecturas en todo el territorio nacional y en tierras extranjeras.

―¿Qué caracteriza a su escritura?

―En principio, una conciencia de trabajo sobre la escritura. Esto que mencionaba recién sobre la puntuación no es un error o un defecto, sino una decisión de estilo. María Esther trabaja el tono y la voz de cada texto a conciencia en cuanto a cómo quiere decir lo que dice. Esto no es algo sencillo.

También es una obra honesta, es decir, su escritura fluye porque no quiere vender algo que no es; el texto se expresa del modo en que necesita expresarse, sin rebusques innecesarios o gambetas de más, como quien dice.

Haciendo una analogía con otra arte, todos sabemos que Skay Beilinson (el guitarrista de Patricio Rey) es un violero incuestionable en sus capacidades creativas y de ejecución, sin embargo, en los Redondos no necesitó de solos interminables y mega virtuosos para componer una de las mejores guitarras del rock nacional, solo se ocupó de crear lo que cada canción pedía.

En el mismo sentido, María Esther de Miguel crea lo que cada texto exige y eso es hacer literatura.

―¿Es una escritora valorada por la comunidad lectora de la provincia?

―Nací en el ‘80. Pertenezco a una generación que prácticamente no la conoce, ya que su obra no fue promovida luego de su muerte. Por lo que creo que quienes tenemos menos de 50, en general, no la hemos leído; salvo algunos textos puntuales. Obviamente hablo de la generalidad de lectoras y lectores.

Asimismo, desde que en Oyé Ndén editamos Crónicas periodísticas en 2022 (un libro en el que la investigadora y docente de Larroque, Daniela Churruarín, compila los artículos que María Esther de Miguel publicara en El Cronista Comercial a mediados de los ‘80), he ido recibiendo consultas en forma casi permanente en torno a la disponibilidad de varios de los títulos de María Esther. En ese sentido, creo que hay un público que la ha leído y ama su obra. Puede resultar curioso que, donde más me han consultado por ella, no ha sido precisamente en ferias de Entre Ríos, sino en eventos a los que he asistido en otras provincias.

Igual, sí creo que hay un público entrerriano que valora su obra y quiere profundizar en ella. De hecho, fue una de las autoras abordadas en la I Jornada de Literatura Entrerriana, organizada por la Facultad de Humanidades, Artes y Ciencias Sociales de UADER en 2017.

―El trabajo de reedición al que están abocados es un desafío a largo plazo. Personalmente, ¿qué significa esta autora?

―Editar una obra como la de María Esther de Miguel es un desafío enorme, por el volumen y por la relevancia que tiene dentro del campo literario de la provincia. También creo que es un acto de justicia, ya que, reitero, hay generaciones enteras que no la conocen.

María Esther me acompaña desde que comencé con la editorial, sus crónicas, junto al libro de Jorge Impini y la poesía de Dora Hoffmann, son los títulos con los que empecé Oyé Ndén. Además, es una autora que llega a conmoverme con algunos de sus relatos, con su poética y las reflexiones que habilita: El Biyi-Biyi, por ejemplo, un texto de una belleza inmensa que nos lleva a cuestionar los límites del lenguaje y reflexionar sobre lo inasible del universo. Poder editar eso me emociona profundamente.

―¿Cuántas personas están vinculadas a este proyecto?

―En principio, el alma de todo esto es Daniela Churruarín, que ha sido el puente para poder editar la obra de María Esther de Miguel y colabora como asesora en todo este proceso, además de ser quien escribió las palabras preliminares del primer título que vamos a publicar.

También estamos quienes hacemos Oyé Ndén cotidianamente: Vanesa Vitale en el diseño de cubiertas, Victoria Frigo en las ilustraciones de tapa, y yo en transcripción, corrección, maquetado, edición y etcéteras.

Obviamente, los herederos de María Esther de Miguel han tenido un rol fundamental al confiarle a un sello pequeño e independiente la reedición de su obra. También la imprenta con la que trabajamos, Elías Porter & Cía., es un factor clave porque la calidad final de los libros depende de ella. El público lector es otro agente imprescindible para que el proyecto funcione.

Por otro lado, si bien es algo que todavía estoy tratando de cerrar, la idea es que cada título sea prologado por una escritora entrerriana distinta, así que también se sumarían esas voluntades al proyecto.

En cuanto a la colección, en Oyé Ndén creamos colecciones por género: historia, narrativa, poesía, ensayo, crónica y así. Cada colección lleva un nombre definido por un término chaná que simboliza algún aspecto de ese género, por ejemplo, la colección narrativa se llama N’ipé, que significa “contar/relatar”. En el caso de María Esther, su obra va a enmarcarse mayormente en esa colección, ya que publicó casi exclusivamente cuentos y novelas.

De la misma manera, hay dos obras que inaugurarán una nueva colección: la biografía de Norah Lange y sus memorias. La idea es que, más allá de la colección a la que pertenezcan, todos los títulos sean identificados como una serie, la serie María Esther de Miguel, en este caso. En función de eso estoy trabajando con Vitale y Frigo para encontrar esa identidad de serie en los títulos, sin perder la de la colección que integren dentro de Oyé Ndén.

―¿Por qué esta decisión de editar la obra completa?

―Hay algo de capricho en eso, no voy a mentir. Pero también es una decisión tomada pensando en darle una nueva oportunidad a todos sus trabajos.

Lo lógico sería apuntar a aquellos libros que tuvieron mayor repercusión dentro de su obra, pero ¿por qué ayudar a El general, el pintor y la dama y no a El Palacio de los Patos? Cada título debe encontrar sus lecturas y la apuesta es esa.

―¿Qué hace que un título salga antes que otro?

―Aún no hemos definido los años siguientes. Es una tarea que encararemos una vez salido el primer título. Solo hemos establecido las publicaciones para el 2025 y el criterio fue empezar con una muestra amplia de lo que significa la escritura de María Esther de Miguel. Si todo sale bien, primero publicaremos Los que comimos a Solís, a fines de abril: un libro de cuentos enorme y hermoso. Después, a mediados de año, Violentos jardines de América, una novela que muestra una faceta narrativa algo inusual de la escritora larroquense. Hacia fines de año, Norah Lange, también con la intención de mostrar otro estilo de escritura, diferente al de las novelas históricas suyas más conocidas.

―En un contexto general de escenarios cambiantes, ¿proyectan cuándo finalizarán todas las ediciones?

―La intención es ir publicando tres títulos por año, para darle a cada uno un tiempo de promoción individual. Se trata de una obra de dieciocho títulos, por lo que es un proyecto que, en principio, va a llevar unos seis años.

Además, hay otro proyecto de publicación en marcha que se sumaría al corpus: una compilación de todas las reseñas literarias que María Esther de Miguel publicó en El Cronista Comercial y La Nación durante dos décadas. Es una propuesta ambiciosa impulsada por Churruarín, que ahora está en etapa de corrección (ya está todo el trabajo transcripto). Es tanto el material que creemos que lo vamos a terminar publicando en volúmenes.

Más allá de eso, somos conscientes de que la realidad argentina siempre nos depara sorpresas, por lo que es posible que los plazos de edición se extiendan y lo proyectado para un año se publique en uno y medio o dos años o más.

Esa es la historia de las editoriales pequeñas e independientes; triste, pero cierta.

Darchez sobre Oyé Ndén

“Vi el documental Lantéc Chaná en el que recuperan la historia de Blas Jaime, en teoría, el último hablante chaná. La aparición de una persona que se presenta diciendo que ‘mi madre fue la última Oyé Ndén, la última guarda memoria’ me impactó y lo adopté. Me pareció un buen concepto para una editorial. Crear catálogos es, de alguna forma, crear memoria”. 

“Entiendo que el editor tiene que asumirse como un lector profesional y responsable sobre las publicaciones. Nuestro trabajo es orientar de la mejor manera al escritor. Ahora, editar libros no es ni debe ser simplemente imprimir libros. Es clave asumir la obra del autor como propia para cuidarla, trabajarla juntos, pulirla. Editar es un trabajo serio detrás de escena”. 

“Mi editorial es chica y relativamente nueva. Apuesto a la bibliodiversidad y a la generación de una identidad. Detrás de una obra hay por lo menos tres personas del equipo de trabajo. Además, cuento con diseñadores e ilustradores amigos que me facilitan las cosas”.

“El problema principal de las editoriales pequeñas y medianas es que estamos atadas al precio del papel y el papel al precio dólar. La otra pata débil es la distribución. No es una opción en nuestros casos. Es difícil reunir el dinero necesario para grandes tiradas, pagar el derecho de autor, gran porcentaje de la venta se la quedan distribuidoras y librerías, y lo que llega de regreso a las editoriales es un remanente que muchas veces no alcanza para reimprimir. Por eso, vamos librería por librería generando relaciones comerciales directas. En general, las editoriales sostienen el proyecto con otros trabajos. Yo no vivo de la editorial, pero apunto a que se pueda autofinanciar”.

Cuentera desde chica

María Esther de Miguel fue una cuentista, novelista y crítica argentina que nació en Larroque en 1929 y murió en 2003, en Buenos Aires. Fue una intelectual arraigada a su tierra natal, pese a que luego de recibirse de maestra en Gualeguay, su vida se desarrolló sobre todo en la actual Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Itinerante en mapas geográficos y culturales, combinó un tono suave de voz con una firme personalidad y su acento entusiasta con una escritura en la que se vislumbraba cierta vocación por la crítica social. “El oficio se hace todos los días, hay que levantarse con la consigna de escribir varias páginas; después se lee, se elige algo, se tira mucho, pero lo importante es escribir y escribir, no dejar de escribir ni un día”, dijo cuando en una visita a Entre Ríos se le consultó al respecto.

Estudiosa, dedicada, se lució con una destacada obra literaria y periodística. “Tuve una infancia poblada de duendes y fantasmas lugareños, de solapas y lobizones, de rayuelas y calesitas, con largas siestas durante las cuales nos escapábamos hasta un tajamar cercano a pescar; y noches estrelladas alrededor del fuego escuchando historias de héroes y bandidos, de montieleros valientes y gauchos arremetedores. Pero a mí, tanto como escuchar tales historias, me gustaba inventarlas. Recipiendarios de mis inventos eran mis cuatro hermanos, a quienes mandoneaba bastante: por suerte eran menores. Quizá allí estuvo el germen de mi vocación literaria”, rememoró.

Se podía presentar así. “Yo, María Esther de Miguel, a quien de niña llamaron Bichito y de más grande Tera, y después María Esther a secas, nací en un pueblo chiquito y polvoriento del sur entrerriano, Larroque, apenas comenzaba el segundo cuarto de este siglo, en un día de Todos los Santos ‘para servir a usted’, como me enseñaron a decir. Dos ríos distintos poblaron mi sangre: mi padre era español de Castilla la Vieja, y había dejado su Almazón natal no para venir a hacerse la América sino para no cumplir con el servicio militar en Marruecos (que le iba a comer cuatro años de su juventud). Por parte de madre tuve un legendario abuelo, también inmigrante, que desgraciadamente no conocí, cuya historia se perdía en los campos de Betsaravia, en la lejanísima Ukrania. Desde pequeña supe que mi destino era ser ‘cuentera’, como me decía mi mamá, para compartir el mundo con los demás”.

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