Música de los días, bajo un sol de noche

14 mayo 2025 6 minutos
Cristal Bella

Un grupo de amigos de Paraná alimentan la masa madre de una propuesta cultural con sabor casero. De la mezcla entre autogestión y ganas de compartir la miscelánea de sonoridades de la vida salen calentitas unas sesiones audiovisuales con artistas locales en vivo. Así, el staff, los invitados y el público se condensan en un abrazo que abriga sin sofocar.

Una flamante leyenda urbana cuenta que una casa de la zona suroeste de Paraná se acercó tanto al sol que la vivienda y la estrella se fundieron en un estrujón perpetuo y musical.

La historia de esta fusión empezó con esa nube de gas y polvo que colapsó hace millones de años para dar origen al astro rey de nuestro sistema solar, y continuó en este febrero del mundo cuando un grupo de amigos inició un ciclo de música en un patio grande, que envuelve y resguarda como una fortaleza verde y esencial.

Casa Sol es el nombre de esta iniciativa cultural que está en sus albores en un domicilio sobre Avenida Ejército. Se trata de un espacio que produce sesiones acústicas y grabaciones audiovisuales protagonizadas por músicos locales en vivo.

Los productores ejecutivos Martín Kendziur y María Eugenia Brown son los moradores permanentes de este hogar que se abre al público y al sol como los girasoles y las amapolas.

Lo que aquí sucede se figura en forma de verbo. Colectivizar, charlar, escuchar, profesionalizar, registrar, habitar. Es de la conjugación de gente, talentos y arte donde adquiere sentido el sentirse como en casa.

Las citas son crepusculares, en general los viernes. Casualmente a la hora en que, según el ciclo circadiano del hombre, la temperatura corporal se eleva y el cuerpo comienza a relajarse. Es entonces cuando cae el sol que su vestigio ardiente se mimetiza con el calor humano de los presentes, tan corpóreamente receptivos a las melodías como a las emociones.

Volumen III

Comienza a rodar la tercera sesión. Sobre una alfombra de mosaico aladino pero gravitatoria, un sofá naranja que se extiende en el centro de la escena es escoltado por lámparas, plantas verdes y una mesita de luz de rasgos antiguos, y custodiado por banderines de colores y foquitos en hileras.

Los objetos escogidos meticulosamente emulan un living a cielo abierto que procura un clima de intimidad. En su epicentro, intérpretes solistas y dúos regalan canciones y, en una dinámica preestablecida, son entrevistados por el músico de la sesión anterior.

Al frente, naturalmente, como una vegetación que crece en tierra fértil, se arma un picnic nocturno en el que los asistentes disponen de mantitas, un trago a piacere y alimentos para degustar mientras suena, en primera plana, el presente.

Como la motivación es siempre radioactiva en la comunidad, una red de emprendedores ofrecen comida, bebida, libros, intercambios. La Casa se convierte así en un ambiente que invita a un encuentro multiplanetario.

Fuera del éter

Una vez al mes, de esta casa solar sale disparada una proyección lumínica que rebota en el infinito y estalla dejando una estela musical sin precedentes en Paraná.

Mientras se extingue la experiencia de una noche compartida, el contenido editado y masterizado puede revisitarse y revivirse de forma ilimitada en plataformas digitales.

Ciertamente, las vigas de Casa Sol aún están frescas y sus maestros mayores de obras construyen el futuro a tientas, guiados por destellos. Poco a poco, se configura una trinchera canicular de paz y armonías que procura sesionar durante todo el año.

Si bien han superado exitosamente la prueba piloto, con el paso del tiempo pretenden grabar con mayor frecuencia pero sin perder la estrechura de los vínculos que leudan únicamente en el patio del sol.

En línea con sentirse abrazados y con el recato de quien activa un plan que funciona solo si es compartido, en el jardín mágico, previo a la edición número tres, Martín, el productor general, y Federico Grassi, el director de fotografía y responsable de la grabación y la postproducción, develan a Tekoha qué hay en el trayecto de la Casa al Sol.

―¿Cuál es el distintivo de este lugar?

―Es un espacio de recitales íntimos en donde músicos de la ciudad y la región comparten sus composiciones o interpretaciones ante un público en vivo.

Nuestro valor agregado es la grabación de cada sesión en formato acústico y audiovisual con una técnica cuidada y profesionales de primer nivel. Luego, el trabajo es editado y compartido en nuestro canal de YouTube.

En simultáneo, charlamos con los invitados para ahondar en sus proyectos personales, visibilizar su obra y conocer sus pensamientos referidos a cuestiones primordialmente musicales o artísticas.

Ha habido experiencias similares en Paraná. Sin embargo, de la manera en la que planteamos Casa Sol, creemos que es la primera vez que se hace algo así.

―¿Cuál es su gran apuesta?

―En esencia, apostamos a la intimidad del artista local con la audiencia. Al ser limitada la capacidad, brindamos la dirección por privado y solicitamos la confirmación de la asistencia.

Honestamente no aspiramos a generar un sitio donde tomar algo y escuchar algo de fondo. Acá la música es el actor más importante y el pretexto perfecto para encontrarnos.

―¿Qué los motivó a abrir las puertas de esta casa?

―Es un proyecto que se presentó a través de un deseo más bien personal. Martín quería grabar un recital propio. En esas reuniones de producción se fue desarrollando la idea de Casa Sol de manera natural. De hecho, es la figura de la primera sesión bajo el seudónimo de Fred.

Sobre la marcha sentimos que había que aprovechar este espacio tanto físico como simbólico y, de paso, responder a las demandas e inquietudes que tenemos como artistas.

Lo cierto es que somos amigos de hace muchos años y nos propusimos crear una dinámica que se nutra del lazo humano y cálido propio de la amistad y no del modo quirúrgico y frío de ciertos vínculos laborales.

―¿Qué dicen de su identidad conceptual?

―El nombre de esta propuesta apela a la cercanía y lo acogedor de un hogar cómodo, seguro y con mucha luz. Con las sesiones comprobamos que Casa Sol se siente como el calorcito de los rayos ultravioletas en una mañana fría de otoño.

―La comunidad musical de la ciudad hoy es protagonista de la historia que están construyendo. ¿Cómo la describirían? 

―En general asistimos a un momento de la música en el que los artistas se atreven a la mixtura. En esta libre asociación se mezcla, por ejemplo, lo urbano con el rock and roll más tradicional.

De lo macro a lo micro, distintas escuelas musicales habitan unas con otras. Paraná no es la excepción. La comunidad local supo limar asperezas que en décadas anteriores estaban a flor de piel y, a menudo, suele hacer grabaciones en conjunto.

En este presente no le echamos la culpa a la música de las cosas que pasan. Al fin y al cabo, en sus múltiples variantes y colores, se aprecia como lo que es: arte.

Hay circuitos que van desde lo afro al metal o del rap al folclore. Se abre el juego creativo, se saltan los muros, aparecen nuevas ventanas. Casa Sol se suma y se nutre de esta búsqueda edificante y lúdica.

―¿Entonces la Casa no discrimina músicos de ninguna manera?

―No hacemos una discriminación del estilo musical. Sí de la técnica porque proponemos un formato acústico íntimo del que participan solistas o dúos. Sin embargo, no nos cerramos a grabar con más integrantes o bandas. En esta instancia, estamos en proceso de crecimiento.

―¿Cuál es el contrato con el artista?

―El respeto es la cláusula principal. Nos abocamos a construir un acuerdo en el que medie, como condición necesaria e inapelable, un trato cariñoso con el artista que no lo reduzca a un mero producto.

Ambas partes nos involucramos y somos conscientes de que pateamos para el mismo lado. Para las sesiones pedimos una colaboración de dinero que no llega a cubrir la totalidad de la producción, pero sí nos permite devolver un material de calidad y con identidad que marque la diferencia en vivo y en plataformas digitales.

―¿Qué es Casa Sol cuando no es Casa Sol como tal?
― Es también un hogar en el que compartimos charlas, músicas y motivaciones. Casa Sol cristaliza el vínculo y la creatividad que nos une desde que nos conocimos con todos los integrantes del staff: María Eugenia Brown, Eugenia y Joaquín Pérez Campos, Agustín Lara y Pablo Sánchez.  

―¿Tiene techo Casa Sol?

―Lo vamos construyendo. Paso a paso, losa por losa. Intentamos hacer andar un evento colectivo que repercuta y convoque a la comunidad.

Eso sí, Casa Sol no está limitada por su propio formato. Estamos seguros de que va a ir mutando de forma orgánica junto con nuestros deseos e intenciones.

Queremos dejar una huella tanto musical como experiencial: que quienes asistan disfruten como nosotros disfrutamos de estar ahí.

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