Una pequeña comunidad compite a nivel mundial por su potencial turístico. Sobre su idiosincrasia, su belleza natural y la cultura emprendedora de su gente se apoya su atractivo.
Este pueblo apócope de 12 mil habitantes, ubicado al sur del departamento Gualeguaychú, es uno de los ocho seleccionados por la Subsecretaría de Turismo de la Nación para participar en el concurso mundial Best Tourism Villages 2024.
Un comité de expertos en el sector turístico analizó las precandidaturas de 32 localidades rurales argentinas hasta dar con la definición: además de la gualeguaychense, las postulantes son Caviahue-Copahue (Neuquén), Saldungaray (Buenos Aires), Barrancas (Jujuy), Campo Ramón (Misiones), Villa Tulumba (Córdoba), Los Chacayes (Mendoza) y Gaiman (Chubut).

Esta pequeña localidad bautizada en 1890 con la unción del paso del primer tren, que disputa con Saavedra (Buenos Aires) el origen del tanguero Roberto El Polaco Goyeneche, se enorgullece de contar con cuatro museos; la Fiesta Provincial del Caballo; el balneario Arenas Blancas, con proveeduría, camping y sector de pesca; un club de planeadores; el mejor dulce de leche repostero del país, de la empresa familiar La Pequeña; y el Merlot, el Chardonnay, el Marselan y el Pinot Noir de la finca y bodega artesanal Los Bayos.
Junto a otras 22 colectividades, compone la microregión Pueblos y Aldeas del Sur Entrerriano, un programa que busca revalorizar cada una de sus culturas marcadas por la inmigración y la identidad del interior de la provincia.

Desde Paraná, hay que recorrer unos 235 kilómetros por el camino más directo antes de arribar a Urdi. Algunos detalles nos dan la pauta de que llegamos a destino: el aroma del horno a leña de la panadería Ceferino, sostenida por Antonio Mambocha Magnin y sus hijos; las campanadas del reloj de la Parroquia Sagrado Corazón de Jesús, cuyo mecanismo cuida con primor Raúl Dalgalarrondo; la brevedad del casco urbano que puede recorrerse en bici o a pata; la calidez de sus habitantes con el saludo a flor de labios.
Para disfrutar de la estadía no es conveniente sobrevolarla con prisa citadina. Si el turista se desabrocha del reloj, puede encontrarse con Juancho Vaccari para que le cuente cómo fue la nevada del 16 de julio de 1962; preguntar cuál es el secreto de la legendaria buseca de la escuela nº 103; o visitar la centenaria Iglesia Evangélica Congregacional que construyeron los alemanes del Volga, pionera a escala sudamericana.

En honor a nuestros caudillos, a Urdinarrain la defendemos a capa y espada: si bien su participación aumenta nuestros niveles de entrerrianía en sangre, el pueblo ganador será revelado recién a fin de año.
