“Quise ser alguien que escribiera con el cuerpo sobre el escenario”

23 septiembre 2024 5 minutos
Redacción

El paranaense Mauricio Dayub ha diseñado una maratón teatrera para compartir con el público de Paraná, en el Teatro 3 de Febrero. El sábado 5 de octubre a las 21 presentará su creación insignia, El Amateur, segunda vuelta. Al día siguiente, a las 20, será el turno de El Equilibrista, con cepas autobiográficas. “Mis obras buscan desmitificar verdades mal aprendidas que nos impiden llegar a donde queremos”, le dijo a Tekoha.

Mauricio Dayub es uno de los tantos hombres-orquesta del teatro argentino. Es un actor y director de esos que ensayan en silencio y diseñan la puesta con afán de artesano; llegado el momento, cortan la entrada, promocionan el espectáculo, se desviven sobre el escenario y cada tanto reciben premios soñados para quienes se dedican a contar historias que emocionan.

Nacido en Paraná, Dayub presentará en el Teatro 3 de Febrero dos obras que sintetizan, de algún modo, su experiencia existencial y lo que piensa sobre la vida: El Amateur y El Equilibrista.

En efecto, el sábado 5 y el domingo 6 se reeditará una liturgia profana que le ha permitido a Dayub recorrer una parte del mundo, enriquecerse de historias, culturas y paisajes, conocer el país en cualquiera de sus puntos cardinales y darse el gusto de actuar en salas y teatros de los más diversos.

El Amateur fue estrenada en 1997 y su impacto fue tan sentido que justificó la realización de una versión cinematográfica. Los personajes son seres ocupados en sobrevivir mientras tratan de cumplir sus sueños: ser cantante de tangos y conquistar un campeonato ciclístico.

El Equilibrista es más reciente. Es un alegato contra los lugares comunes de la adultez; una proclama a favor de la ilusión, la euforia, la expectativa y el deseo de crear las posibilidades.

Una tarde de finales de septiembre, Dayub aceptó ser entrevistado por Tekoha. Lo que sigue es una síntesis del diálogo mantenido.

–Pensando en las obras que vas a presentar en Paraná. En el sentido amateur de la vida, ¿puede radicarse el secreto para encontrar el equilibrio?

–El equilibrio es una búsqueda constante. Si bien no hay una fórmula para hallarlo, creo que hay algo fundamental que sin duda nos puede acercar al punto de equilibrio, y es no alejarnos de nuestra verdad.

Cuando empezamos a naturalizar parecidos o imitaciones de lo verdadero, nos alejamos del equilibrio. Parece básico, pero en los tiempos que vivimos “parecer” suena casi a verdadero y así, sin darnos cuenta, nos vamos acostumbrando a no advertir la diferencia, distanciándonos de lo verdadero y conformándonos con ser una simple imitación viviente.

–Ambas obras han marcado tu carrera, ¿qué sentís que hizo el público con ellas?

–En las sucesivas funciones, durante tantos años, fue haciendo decantar con exactitud de qué se trataban la escritura original y la escénica para que otros espectadores, con la obra ya pulida y probada, puedan disfrutarla de punta a punta con su significado final. Ha sido un trabajo en equipo.

Siempre creo que hasta que uno no hace una buena cantidad de presentaciones no sabe del todo de qué va el espectáculo que se propuso compartir. En ese sentido, el público sin saberlo funciona como el mar cuando alisa las asperezas de las profundidades de tanto ir y venir y con los años y la constancia redondea los corales hasta que encuentran su versión, definitiva y fugaz a la vez.

–¿Cómo inscribirías estas obras en la tradición del teatro rioplatense?

–No está bien que sea yo el que las ubique dentro de la vasta dramaturgia del teatro argentino, pero cuando me presentan en algunas entrevistas específicas consideran a El Amateur como un clásico del teatro argentino. Mauricio Kartun, que ha supervisado todos mis espectáculos, a mi escritura la inscribe dentro de lo que él llama la “metafísica popular”.

A mí, casi sin que me haya dado cuenta, me influyeron mezclas de muchos otros a los que les admiraba una parte particular de lo que hacían. Pienso en Leonardo Fabio, Tato Pavlovsky, Roberto Cossa, Ulises Dumont, China Zorrilla o Darío Fo. Eso que me encantaba de ellos no tenía que ver solo con la escritura teatral, sino también con cierta capacidad narrativa. Siempre quise ser alguien que escribiera con el cuerpo arriba del escenario.

–Si el teatro fuera un terreno de batalla, ¿a qué modelo cultural combaten tus obras?

–Siempre tienden a desmitificar verdades mal aprendidas que nos impiden llegar a donde queremos. Constantemente escribo en contra de algo pero, más que nada, a favor de la necesidad de la mayoría. Me gusta desestructurar esos condicionamientos sociales que hacen que algunas personas parezcan más importantes que otras.

En mis obras las armas más fuertes son las que todos podemos usar: la fuerza que da nuestra identidad, tomar una decisión sabiendo que será indeclinable y poner todo lo que tenemos para lograr lo que deseamos.

–Has venido varias veces a Paraná y siempre te ha ido bien. ¿Qué sensaciones tenés ahora?

–No quiero pensar en el pasado como una premonición. Prefiero hacer las cosas como si fuera la primera vez. En el oficio del actor si crees que tenés experiencia corrés el riesgo de hacer en la próxima obra lo que hiciste en la anterior. Trato de verlo todo como si fuera un principiante. Esta vez, como las anteriores, las cosas se darán de acuerdo a la dedicación que le dispense a cada uno de los rubros que constituyen el espectáculo.

Por fuera de esta cuestión, siento que la gente confía en que si me elige vendrá a ver algo que esté a la altura de lo que espera. Eso me da una gran responsabilidad, pero al mismo tiempo subrayo que trabajo mucho para que eso ocurra.

–¿Qué te provoca despedirte de una obra como El Equilibrista? ¿Se agotó la propuesta, sentís la necesidad de decir cosas nuevas, estás incubando nuevos proyectos?

–Me estoy despidiendo de las ciudades donde creo que ya no debería haber más público que quiera verme.

Cuando yo era chico y venían compañías de Buenos Aires al 3 de Febrero, no recuerdo que hicieran más de tres funciones; o sea, un fin de semana. Más cerca en el tiempo, a Alfredo Alcón no lo recuerdo llenar más de tres teatros en Paraná. Tal vez si volvía tenía más espectadores, no lo sé, pero por algo no lo programaban. El caso es que voy por la quinta función de El Equilibrista en Paraná, por eso supongo que debería ser la última.

Imaginate con qué agradecimiento y con qué orgullo hago esta comparación. No me queda otra que decir: gracias Paraná, siempre.

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