Risas y poesía para modelar otra versión de masculinidad

8 julio 2025 4 minutos
Redacción

Cuatro sillas plegables, una tabla, una caja de madera y 4 maletines de visitador médico son los elementos escenográficos de los que se valdrá La tapera, un elenco del sur de la provincia de Santa Fe, para desplegar el tipo de humor de Club de corazones rotos, la obra de Rafael Bruza. La función es este jueves en la Casa de la Cultura.

Organizado por la Asociación Amigos de la Casa de la Cultura de Entre Ríos, este jueves a las 20,30, en 9 de Julio y Carbó, se pondrá en escena la comedia Club de corazones rotos, basada en un guion de Rafael Bruza.

Con las actuaciones de Gustavo Chinellato, Claudio D’Attilio, Alfredo Deniz y Sergio Mazzacco, la historia propone asomarse al mundo íntimo de cuatro personajes que ven su masculinidad acechada. La pieza es una oda a la complicidad que sostiene esas amistades salvadoras, ante las cuales nos permitimos ser sin máscaras.

Lo recaudado se destinará a realizar e instalar una trama que permitirá especificar la sonoridad de los ambientes de la vivienda original, cuya maqueta se encuentra exhibida en la Sala Patrimonial Amanda Mayor, de la Casa de la Cultura de Entre Ríos. Cuando eso se concrete, cada visitante podrá asomarse a diálogos y sonidos típicos de cada rincón del conjunto arquitectónico que es parte del patrimonio urbano y se alzó en Paraná hacia 1887, encargado al arquitecto Bernardo Rígoli.

“Siento que esta obra es un clásico, pese a su juventud como pieza teatral”, indicó a Tekoha su director, Germán Geminale. “Tal vez su secreto sea que dialoga con la época y al mismo tiempo refleja una problemática que atraviesa los tiempos”, aportó.

–No es habitual que los elencos de la región pongan en escena una comedia. ¿Ustedes se dedican al humor o encontraron algo especial en esta pieza de Bruza?

–Lo cierto es que cada uno de nosotros se encontró con esta obra. Por eso la elegimos. Yo la vi por primera vez hace unos veinte años. Me pasó algo muy curioso: me corrió del lugar del espectador para conectar directamente con la dramaturgia. Cuando terminó la función quedé fascinado. Tenía la certeza de querer hacer esa obra.

Al tiempo nos juntamos con un grupo de actores, armamos una escena para arrancar, pero el proyecto se desinfló. Estábamos en San Lorenzo, provincia de Santa Fe. Más tarde, cuatro actores me convocaron para que los dirija y la obra elegida fue, justamente, Rotos de amor, de Rafael Bruza, una comedia que de manera tierna habla del amor y sus desencuentros. En la travesía creativa decidimos llamarla Club de los corazones rotos.

–¿Quiénes son los socios de ese club?

–Los socios son cuatro visitadores médicos que conforman un lazo de cofradía, más allá de la amistad. Son una especie de logia. Comparten el fracaso del amor: el desamor. Al querer sanar, la embarran cada vez más.

Estos personajes, patéticos, trágicos, nos muestran sus lugares más temidos, vulnerables, a través del humor. Ahí entra a tallar la risa, que nos hace ver las cosas de otra manera. Además de que nos libera el cuerpo, nos da una inteligencia porque nos reímos de algo terrible, que tal vez no lo sea.

El que está al lado nuestro en la platea se ríe de lo mismo y eso hermana porque cuando se logran esos momentos de emoción colectiva el público es un ser vivo. Cuando se produce, es una fiesta.

–Sostienen que esta historia tiene tristeza, espanto y fracaso, ¿varían las proporciones de uno y otro entre los protagonistas?

–Justamente, la dosis de tristeza, de espanto y de fracaso están en los cuatro personajes y en cada caso aparecen representados de una manera singular. Es lo hermoso de la dramaturgia: cómo logra envolvernos en un juego dramático que oscila entre la equidistancia y la articulación de alianzas circunstanciales, en una permanente dinámica en la que no están ausentes los antagonismos.

Siento que esta obra es un clásico, pese a su juventud como pieza teatral. Lo podemos advertir en la cantidad de versiones que se han realizado y en las que seguramente vendrán. Tal vez su secreto sea que dialoga con la época y al mismo tiempo refleja una problemática que atraviesa los tiempos porque en definitiva habla sobre la condición humana. Lo importante es que ayuda a pensar las masculinidades en términos de la vulnerabilidad que la atraviesa, desde una esquina que se advierte de manera diáfana si se piensa que fue estrenada como Club de caballeros.

La atmósfera que habitan los cuatro personajes es singular porque pueden mostrar su soledad, expresarla y compartirla, en los componentes de tristeza e ilusión que la hacen latir.

–¿Qué virtudes tiene la obra de Bruza?

–Es una obra de arte, perfectamente escrita, equilibrada, llena de textos que devienen en acciones donde prima la poesía. Se convierte en el líquido perfecto para crear porque los personajes son muy diferentes, dueños de su propio conflicto, pero además por las espacialidades que atraviesa, que en la puesta hemos resuelto con una escenografía austera y a la vez dinámica, viva, que ejerza una presencia activa, que al espectador lo esté permanentemente invitando a ver qué hacen sobre el escenario.

Una particularidad que nos ha seducido de esta obra es que el protagonismo fluye. Por fuera de todo detalle, a nosotros, leerla, ensayarla, nos sigue haciendo reír. Y lo mismo pasa con los públicos que disfrutan de un humor que hace ver y pensar.

–¿Desde cuándo funcionan como grupo?

–Si bien veníamos trabajando de manera cruzada en distintos proyectos, el grupo como tal se inaugura con esta puesta. Con Gustavo Chinellato habíamos arrancado en el grupo La tapera, con Decir sí, de Griselda Gambaro, y habíamos organizado una serie de ciclos teatrales en nuestro pueblo, Andino. A su vez, él con Alfredo Deniz y Sergio Mazzacco habían trabajado en distintos proyectos y en el elenco estable de Puerto General San Martín. Claudio D’Attilio es el último que se incorpora al staff: viene de Hacemos teatro, un grupo que me tocó dirigir en la ciudad de San Lorenzo.

Así, ensayando primero en el Centro Cultural de San Lorenzo y después en el de Puerto fuimos construyendo un lenguaje.

Por suerte, con el público nos viene yendo muy bien, tanto en San Lorenzo y Rosario, como en Timbúes o la entrerriana Victoria. Seguramente en Paraná ocurrirá algo parecido.

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