Un libro publicado por La Hendija Ediciones abre el abanico de la discusión teórica sobre las intervenciones en Trabajo Social. Bajo la guía del experto Víctor Yáñez, un grupo calificado de estudiosos se internó en las aguas tumultuosas de significados y perspectivas para llenar el debate de colores, ritmos y experiencias latinoamericanas.
Registrar la práctica, tomar distancia, pensarla, palpar sus esencias, convertir la evaluación en texto escrito, leerlo para dialogar con lo aprendido, lo vivido y lo sentido, y poner en común lo provisoriamente concluido para que la rueda dé una vuelta más es, además de una propuesta de abordaje de la realidad, el método que parece proponer Problematizaciones teóricas al concepto de intervención en Trabajo Social. Perspectivas latinoamericanas, publicado por La Hendija Ediciones, de Paraná.
El libro es una parra que habilita la conversación en los patios reflexivos del sur, un dispositivo fijo al territorio en permanente movimiento, una referencia cambiante, que ofrece una sombra que cobija y deja pasar los incómodos rayos solares del desafío, una ecuación de calma y desasosiego que hace vibrar el piso de lo ya sabido.
A cargo de un grupo destacado de autores, integrado por docentes e investigadores, estuvo el doctor en Trabajo Social, Víctor Yáñez Pereira, de Chile. Su presencia en la colección, su experticia y el lugar que ocupa, junto a otros especialistas de distintas disciplinas no nacidos en Argentina, es una señal del crecimiento cualitativo que viene protagonizando La Hendija Ediciones.
La entrevista con Yáñez lo revela como un amigo de la palabra cargada de sentido, alguien que ejerce la comunicación sin apuros instrumentales, además de un sujeto formado en la cultura académica. Sus expresiones son útiles tanto para asomarse a las discusiones de un campo disciplinar que se propone como una estrategia de transformación social, como para imprimir, subrayar y regresar más tarde a una lectura minuciosa porque muchas de las apreciaciones desbordan los límites borrosos del Trabajo Social.

–Todo proyecto tiene una historia. ¿Cuál es la de este libro? ¿Cómo surgió? ¿Cómo se fue urdiendo hasta estar materializado?
–Efectivamente, independiente de su género, es la historia la que otorga particularidad a cualquier obra. Este es el fundamento de base a su contenido y no solo a su expresividad. Marca los principales hitos en la trayectoria que sigue el acto de creación de una idea que llega a transformarse en letra escrita, a través de la cual entraremos en encuentro con una multiplicidad de lectores e interlocutores, trazando huellas para su desarrollo a lo largo del tiempo.
Esta creación viene mediada por los dominios del destino. Esas cuestiones que partiendo de la casualidad se constituyen en posibilidades. Durante el mes de septiembre de 2023, en el marco del segundo encuentro para debates teórico-epistemológicos y miradas críticas en el trayecto doctorado-posdoctorado en Trabajo Social, de la Universidad Nacional de la Plata, sin afanes y centrados en la tarea, compartimos una instancia presencial entre compañeros y compañeras estudiantes del programa.
La pura co-presencia generó entusiasmo y pasión por la discusión, el descubrimiento de diferencias, concurrencias y puntos de fuga entre nuestras perspectivas, estimulando la preocupación por entender ciertos temas y atender a categorías que otorgan sentido fundante a nuestra disciplina, lo que hizo muy fructífera la instancia.
–Pero sin conflictos dramáticos no hay historia…
–Hacia allí vamos. No olvidemos que los detalles cuentan. Como la conversación se torna más profunda en espacios de intimidad, el momento del café ayudó a sintonizar diferencias. La plática buscaba más puntos de alianza e intereses compartidos. Con algunos/as compañeros/as se daba una charla más cercana y comprometida, con otros/as más distendida y genérica. El mate incentivaba una conciencia más activa y atenta. Mientras, como pensaba Shakespeare, el diálogo oficiaba como motor de la acción, un elemento clave para revelar y movilizar compromisos comunes.
En el avance de las ideas, me di cuenta de que un núcleo vinculante era la intervención en Trabajo Social. Por un lado, nos hilvanaba en el consenso de que es un concepto que marca el desarrollo histórico y la memoria política de la disciplina y, a la vez, los modos de ver su significado y sus perspectivas, también, nos desunía. Esa tensión marcó para mí el desafío de escribir juntos.
Tal provocación es el hito fundador de esta propuesta colectiva, aquello que me instigó a efectuar una invitación a escribir juntos como posdoctorantes, persiguiendo la proliferación de la crítica como respuesta ética, política e ideológica a las demandas del oficio.
Lo demás se desbordó en su propio carril, en algunos momentos más dispares y en otros más combinados. Así pues, pasamos de la idea a la iniciativa y desde ahí a la concreción del convite, la disposición a concertarnos, la definición de propósitos mancomunados, la toma de acuerdos programáticos. Y, manos a la obra: escribir, tachar, reescribir e ir pulsando lo escrito.
–En el desagregado de categorías y nociones que conforman el título y subtítulo de un libro suele emerger la identidad de un material. ¿Qué indica para vos el de esta publicación?
–Me parece que las categorías son tanto necesarias como inevitables en el orden del discurso y el entendimiento. Su utilidad y sobre todo su pertinencia responden a una cuestión de sentido. A diferencia de miradas dominantes o doctrinarias, no debemos entenderlas como determinadas ni determinantes. Son unidades de sentido que abren caminos de comprensión, elucidación y disputa, como también lo vieron Aristóteles, Kant o, más contemporáneamente, Nisbet. Ofrecen tiranteces entre interpretación y realidad, ahí veo yo su grandeza.
Entonces, un libro que se ocupe de problematizar, más que de pautear o imponer manuales es sin duda una contribución fundamental y, al mismo tiempo, esquiva en esta época que habitamos, donde impera la inmediatez o como diría Galeano el triunfo de lo desechable.
Pareciera que muchos/as “autores/as”, permeados por las directrices del capitalismo literario y científico, también se ciñen ese dicho del comercio local y global: hay que darle al cliente lo que quiere, por tanto, si pide respuestas no le des preguntas, dale recetas.
–La lógica de los tips…
–A mí eso me parece que no alcanza ni siquiera una ética de los mínimos. Como dice Marco Antonio de la Parra, se pone en la misma canasta: lo crudo, lo cocido y lo podrido, sin importar el riesgo de intoxicación que esto trae consigo, simplemente porque eso es vendible. Creo que, en un mundo acrítico, el acto político del ejercicio de preguntar es sustantivo, como principal forma de resistencia y de lucha ante la voracidad de la denominada “era del vacío”, tan elocuentemente presentada por Giles Lipovetsky.
En esta perspectiva, sin duda, un libro que problematice es una apuesta y, además, un llamado de atención, no solo a las ciencias, también al sentido común. No se trata de hacer de temas problemas, todo lo contrario. Es un esfuerzo por interpelar la comprensión profunda, la crítica sensata y la prudente deconstrucción a lo que presuponemos saber, en este caso sobre la intervención en Trabajo Social. Problematizar desafía nuestras prenociones, nos llama a explorar complejidades, ambivalencias y contradicciones. Ofrece alternativas de entendimiento a los límites y oportunidades de una categoría fundante, un objeto de conocimiento, un proceso de incidencia y transformación social.
Toda problematización teórica asume una doble responsabilidad. Por una parte, desplegar la examinación reflexiva, para revisar las ideas y proposiciones que componen un concepto y, por otra, develar alternativas de renovación, idealmente de reinvención o, cuando menos, de reconstrucción de dicho. Asunto que conlleva poner el concepto en contexto, como un umbral a partir del cual descifrar sus implicancias y restricciones al conocimiento.
–Arraigar los saberes enriquece.
–Considero que llevar la problematización del concepto de intervención a las perspectivas latinoamericanas favorece la articulación de miradas mediadas por puntos de vista regionales, que rescatan las particularidades de cada lugar de enunciación. Aquello siempre amplía la gama de opciones de discusión sobre una misma cuestión de preocupación y ocupación. Solo basta recordar que, en nuestro continente, por muchos años e incluso hoy, la intervención se ha concebido desde un prisma positivista que tiende a mistificarla como una especie de práctica técnica y neutral. Cuando más como un conjunto de procedimientos racionalmente organizados, para alcanzar un objetivo de cambio planificado, pero desconociendo su dimensión crítica, ideológica, ética y política, siempre comprometida con militancias, no necesariamente políticas, también cruzadas por la incansable aspiración de inclusión y justicia social.
–¿Por qué considerás que se trata de un libro necesario?
–Un libro se torna necesario principalmente por la anuencia del/a “lector/a”, que nunca es un/a mero/a depositario/a de lo dicho entre letras. Hablo de sujetos activos que vivifican una y otra vez el significado del texto, no solo porque interpretan lo enunciado y argumentado, también se involucran e inmiscuyen en el proceso creativo de las ideas narradas.
Las audiencias se convierten en interlocutores/as, no solo del autor, sino más bien del libro, ya que participan en la constante construcción de su sentido y lo divulgan, según su propia experiencia y sus capacidades de significar. Así, los/as lectores/as recrean el texto y lo hacen suyo al intentar comprenderlo. De hecho, leer es una manera de pensar, rumiar y reconfigurar la identidad propia. La lectura nunca es una tarea acabada, sino que está cargada de matices que exigen relecturas.
También, creo que escribir y publicar nos pone en la escena pública, el libro nos expone y se expone, o sea, abre la oportunidad de la discusión y del diálogo, contribuyendo a visibilizar la obra. Autores, textos y lectores son colegiados por editoriales que no solo informan, también instan al debate y la crítica especializada, aumentando la atención pública y la presencia del libro en el ámbito cultural, como ahora lo hace La Hendija. Así se van nutriendo y contrastando impresiones e intereses por leer la obra y recomendarla.
–¿Y al interior del campo?
–Estimo que este es un libro necesario a la disciplina, sus profesionales, académicos/as, investigadores/as y estudiantes, pues saca a la intervención del lugar común y de la reproducción de ideas dislocadas, a consecuencia de modelos exportados de otras latitudes, de otras experiencias sociohistóricas y otras tradiciones. Desde esa premisa, situamos la intervención en el contexto de nuestros países, poniéndola en contraste con otros continentes, en los márgenes que imponen relaciones de poder desiguales, intentando descifrar cómo las mismas influyen en la identificación de problemas y en la formulación de oportunidades de transformación social.
Este libro tensiona prácticas tradicionales y explora nuevas formas de pensar y proyectar la intervención, sus principios, valores, responsabilidades e implicancias. Para tal cometido, fomenta la necesidad de investigación para y desde la intervención, con miras a profundizar su comprensión, su concepción, sus misiones y sus prácticas. Me parece que en ese sentido el texto va cubriendo diversas vacancias en la formación y práctica profesional, mediadas por visiones críticas, éticas, políticas innovadoras sobre sus fundamentos, enfoques, metodologías y propuestas, en la búsqueda de mejor adaptación e interpelación a las nuevas demandas.
La invitación es a sostener la consigna de que la intervención en Trabajo Social no ha de reforzar marcos de desigualdad, sino que socavarlos, favoreciendo otras formas de subjetivación y existencia, por cuanto forja un campo de poder que no es reflejo de la autoridad institucional. Su poder emerge entre relaciones de fuerza y contrafuerza que el propio proceso crea y hace subsistir. Esta visión nos insta a rebasar la mera administración de lo social, haciendo visible lo que la estructura busca ocultar o marginar, tras falsas necesidades y oportunidades que solo sostienen las coerciones hegemónicas y sus reglas de juego.
Nuestra proposición radica en no entenderla como una fórmula cerrada, sino como complejidad que se expande dentro de un horizonte de transformación social. Solo así podemos escapar de los moldes que el sistema establece y comprometernos con un proceso verdaderamente emancipador y crítico.
–¿Se trata de un contenido ensayístico o el conocimiento compartido surge del trabajo de campo?
–El texto cumple ambos registros discursivos, el ensayístico y el de investigación de campo. En primera instancia, como Jorge Luis Borges, Octavio Paz, Germán Arciniegas, José Martí o Marcela Prado Traverso, entre tantos/as otros/as que también lo hacían y lo hacen, algunos autores asumieron la ruta de discutir mediante el arte del ensayo, no solo optando por el estilo de escritura, sino más bien por las garantías y los retos que trae consigo la exploración reflexiva y subjetiva de temas tan complejos como el de este libro: llevar el concepto de intervención a su problematización.
Se torna interesante cómo en torno a un objeto disciplinar se van combinando la filosofía, la crítica, la teoría social y algunas insinuaciones literarias, sin buscar conclusiones definitivas, sino apostando por profundizar argumentos y prosas académicas dejadas a la pugna por su interpretación, para que los/as lectores hallen nuevos significados. Eso por cuanto las líneas de discurso, aún cuando retoman el pasado, siempre se orientan hacia lo contemporáneo y el porvenir que la intervención puede alcanzar allí, no obrando como la “profecía de las brujas” a Macbeth, sino como el principio esperanza de Marc Bloch.
De otro lado, el texto contiene y enlaza hallazgos derivados de la investigación de campo, basada tanto en indagaciones de primer orden o directas, como de segundo orden o indirectas, mediante revisión sistemática, documental y teórica.
En lo colectivo eso contribuye a fortalecer el campo, redes de colaboración y formar confianzas entre pares de diferentes países. En lo personal llevo desarrollando una investigación sostenida sobre Trabajo Social y su intervención desde el año 2004, debido a la cual he podido publicar 6 libros como único autor y 7 en forma colectiva, además de múltiples artículos en revistas científicas y disciplinares. Eso por cuanto divulgar la investigación aporta de variadas maneras, principalmente al actualizar conocimientos mediante la transferencia y la difusión, impulsando la democratización del saber, haciendo más cercana y accesible la ciencia, pero, sobre todo estimulando la curiosidad y el interés por el conocimiento del campo disciplinar. Considero yo, responsabilidad esencial del ser académico.
–¿Cómo describirías al equipo de autores y qué rol te tocó desempeñar a vos?
–En un libro colectivo los/as autores/as son colaboradores/as, pues aportan desde diferentes posturas a relevar núcleos de discusión en torno a un tema común: el concepto de intervención en Trabajo Social. A algunos, como a mí, le correspondió liderar desde una proposición vinculante, actuando como editor y autor principal para articular las tesis particulares, traducidas en las distintas partes de un capítulo, consolidando la escritura conjunta del texto.
En este rol fue posible orquestar lo que Luisa Fernanda Duque, Carlos Darío Patiño o Norbert Lechner llaman subjetividades políticas, delineando la arquitectura y la distribución de los componentes del libro, debiendo definir el tema y los objetivos, planificar contenidos, seleccionar a otros/as autores/as, coordinar la producción, asegurando tanto la coherencia y la consistencia del texto, como su llegada a puerto.
Del otro lado, oficiaron los coautores, es decir portavoces de un modo de ser, pensar y ver el mundo, a partir de nuestras relaciones con el contexto histórico, biográfico, político y cultural que nos orientan y definen. Lo que de una u otra manera ha permeado la forma de concebir, cualificar y realizar la intervención profesional. Esta asociación de autores abrió perspectivas, haciendo chocar lo singular con lo plural de nuestros puntos de vista, dinamizando el proceso de crear la obra. Hablo de ir legitimando subjetividades políticas en juego, valorando la diversidad de maneras en que los/as autores/as expresan y sitúan sus problematizaciones en torno al concepto de intervención en Trabajo Social.
–Como tantas otras áreas disciplinares, la del Trabajo Social ha experimentado transformaciones, de un pasado lejano a un presente con otras demandas, de Europa y Estados Unidos a América Latina. ¿Cómo caracterizarías ese trayecto?
–Las trayectorias históricas han gestado importantes transformaciones en Trabajo Social, hasta enfatizar en su composición contemporánea, que se acentúa con el cambio de milenio, tras la búsqueda de innovación, de crítica, de enunciación y de incidencia ante las nuevas complejidades sociales.
Acá han sido relevantes los códigos de sentido y de cambio promovidos por la formación académica, la investigación y la intervención profesional. Así se han ido cruzando tendencias, enfoques y perspectivas orientadas a la construcción y deconstrucción de una disciplina teórica y metodológica, cuyo compromiso ético y político busca promover derechos humanos y fundamentales, en un horizonte de transformación social.
A partir de la investigación y la intervención, Trabajo Social resguarda la justicia e inclusión social, buscando un cambio estructural que refleje otras formas de atender los impactos de la cuestión social en los mundos de vida cotidiana.
En este sentido, la intervención no se aboca al déficit sino a las oportunidades, no se extingue en las necesidades, sino que se abre a fortalezas y capacidades de las ciudadanías, reconociendo la importancia de las múltiples dimensiones que constituyen las desigualdades sociales, las posibilidades que ofrece la participación, el respeto a la diversidad y la potenciación a redes de colaboración para movilizar apoyo mutuo.
La investigación perfecciona el conocimiento de fenómenos, contextos y situaciones sociales, nos acerca a tecnologías recientes y habilita la formación continua y de postgrados. Nos encontramos en un momento ventajoso de producción de conocimiento, contamos con revistas científicas, libros, publicaciones que circulan tanto en el espacio académico como en el de la intervención directa, expandiendo la voluntad y destreza para estudiar e incidir en temáticas sustantivas y consistentes, a saber: sistemas de dominación, asuntos de género, relaciones de poder, escenarios emergentes, crisis sociales, la vida cotidiana, las paradojas del Estado, los nuevos colectivos y movimientos sociales, la propia intervención social y un largo etcétera.
–¿Qué aporte práctico y conceptual le ha hecho América Latina al campo disciplinar?
–El Trabajo Social Latinoamericano ha aportado el valor epistemológico, conceptual e ideológico de la crítica, no solo a la hegemonía del modelo de desarrollo imperante y las relaciones de poder que lo reproducen, también a la libertad y la autonomía de nuestros pueblos y ciudadanías, las desigualdades, vulnerabilidades, formas de vida y vulneración de derechos, desde un enfoque decolonial y postcolonial, así como intercultural y de reconocimiento a la diversidad. Teóricamente ha llevado la intervención desde un enfoque asistencial hacia uno de emancipación y transformación social.
Desde esta parte del planeta, la disciplina enfatiza en la importancia de la integración entre la teoría y la práctica, potenciando la construcción de conocimientos a partir de la experiencia y la reflexión sobre la acción en la intervención, así como sus efectos en las agendas políticas y ciudadanas. Para tal cometido se han incorporado matrices epistémicas y teóricas contemporáneas, para relacionarnos y diferenciarnos en las ciencias sociales.
Esto responde a las exigencias del contexto en que se funda nuestro espíritu científico para conocer, comprender e incidir en lo social. Es un arrojo por rebasar los resabios del positivismo, estructuralismo, funcionalismo, interaccionismo simbólico, teoría de la acción racional, eclecticismo, tras la revelación y posicionamiento de teorías críticas en la formación profesional. Entre dinámicas contradictorias, en sentido histórico y sociocultural, hoy hacemos transitar posturas postestructuralistas, hermenéuticas, enfoques antiopresivos, feminismos, miradas antirracistas y ambientalistas, que ponen en ruptura la neutralidad valórica y la idea de verdad absoluta. Nos inquieren a recibir la conflictividad de la ideología en tanto oportunidad para posicionarnos como intelectuales críticos y políticos, ya que desde la investigación y la intervención debemos seguir preguntándonos por las posibilidades de una sociedad más democrática.
–¿Cómo evalúas la experiencia con la editorial?
–En palabras simples fue una experiencia cargada de oportunidades. Conocí a Laura Martincich en el IV Foro Latinoamericano de la UNLP, acompañado de un día muy frío de invierno, donde la calidez de la palabra nos ayudó a imaginar posibilidades de congregarnos para desplegar alternativas respecto de nuestro interés, pero, con miras a atraer nuevas y nacientes iniciativas.
Entre trabajos editoriales, correcciones, sugerencias de tipografía y tientes al estilo y el contenido, se fue suscitando la calidad y la confianza, atributos necesarios para que una relación y sus implicancias proliferen y puedan llegar a consolidarse. Las dinámicas del proceso virtual nos acompañan de cerca y facilitaron la comunicación efectiva. Los acuerdos fluían y las diferencias se zanjaban, tras tropiezos en la empecinada tarea de darle vida al texto en comento, como un modo de influir en el mundo y en otras personas, despertando la lectura reflexiva y el debate con variadas audiencias.
Como García Márquez o Cortázar, partimos de la premisa de que el libro sería un puente para establecer relaciones de diálogo.
¿Qué tanto dice de tu historia y tu sentido de pertenencia el nombre de Víctor Rodrigo Yáñez Pereira? ¿Adquiere un relieve especial, político, afectivo, en coyunturas significativas como la de haber terminado un libro?
–Es una pregunta interesante y compleja, no en sentido de dificultad sino de hondura, pues el nombre conlleva un significativo impacto en nuestra vida. Nos muestra una procedencia, así como va forjando una manera de pertenecer y construir identidad personal, a partir de una memoria histórica-cultural y un legado familiar. Asunto nada menor, si entendemos que aquello nos vincula con los otros/otras y lo otro o el mundo.
En mi caso me enraíza con los antepasados, abuelos y tatarabuelos, lo que evoca recuerdos y emociones entre generaciones. Quizá, también, pretensiones para el futuro, permitiendo a mis padres realizarse a través de mi existencia.
No olvidemos que nombrar es, en sí mismo, un acto de creación a aquello que se intenta representar en la vida. Todo nombre es una elección que, aún cuando casual, hace ser y aparecer a alguien o a algo. Así como en la ciencia se nombran descubrimientos para señalar lo nuevo o ratificar lo existente, en el arte se nombran las obras más allá de la imagen, o en la filosofía se nombra por conceptos, dando forma a ideas abstractas, también se nombra al recién nacido para darle un lugar en el mundo.
Por ejemplo, Víctor es un nombre que refleja a los vencedores, honrando a quienes logran valorables hazañas o son capaces de superar imponentes adversidades. Para este caso, los bemoles y marañas de conseguir entregar a lectores/as anónimos/as un nuevo libro. O bien, Rodrigo, que encierra la idea de gloria, poder y liderazgo, para movilizar a otros/as a explorar y desplegar sus mejores capacidades, lo que claramente se refleja en la creación de una obra colectiva.
Entonces, por más ingenuo que pudiera haber sido la elección de mi nombre, mis padres mostraron en ello su afán de acompañar la crianza de un hombre íntegro, preparado y habilitado para definir y alcanzar propósitos y misiones, tras la consigna de la lucha consciente, juiciosa y comprometida que siempre dará frutos. Así como mis padres, que aspiraban a la descendencia y a la apropiación de un lugar, no solo geográfico, que pudieran hacer florecer por la transmisión de valores, cultura, saber y donde el consejo era, ante todo, el más apropiado camino.
Con fecha fijada
El libro Problematizaciones teóricas al concepto de intervención en Trabajo Social. Perspectivas latinoamericanas será presentado formalmente el jueves 8 de mayo.
Será una ocasión especial para La Hendija Ediciones, para el editor (y escritor) Víctor Yáñez y para los autores Miguel Bautista Miranda, Martín Sánchez Villal, Leonel Del Prado, Roxana Basta, Sandra Leopold Costábile, Sandra Sande Muletaber, Alejandro Gabriel Mariatti Acosta, César Tello, Eduardo Daniel López, Cecilia Silva Cabrera y María Eugenia Vicente.
Mayores detalles pueden hallarse en www.lahendija.org.ar