Hay leyes de todo tipo. La de Turismo Comunitario fue una semilla que echó brotes en una realidad que se camina en zapatillas, en territorios ciertos, entre personas de carne y hueso, cada cual con su historia a cuestas. Habrá que ver cómo siguen las experiencias que florecen como aromitos en distintos lugares de la provincia; pero la norma puede convertirse en resguardo e impulso de actividades económicas que ayuden a cambiar la cultura dominante por otra que respete el hábitat y las herencias que la constituyen.
Este tipo de turismo en red puede inspirar una nueva forma de disfrutar de los paisajes, de la historia y de las microculturas lugareñas.
La actividad se confeccionó por hiladas, desde los territorios, un tanto por compromiso y otro por la necesidad personal o familiar de emprender para imaginar el futuro que la economía formal les negaba. Al trabajo de aglutinar los esfuerzos lo hizo la unión entre militantes sociales y decisores políticos. El último paso fue legitimar la actividad a través de una ley que los reconozca. Desde que estos grupos se organizaron lomadas, barrancas y planicies, ríos y arroyos, montes e islas, están siendo apreciadas desde otras dimensiones.
Para sostener la propuesta turística, no alcanza con la buena voluntad: hay que capacitarse, estudiar, modelar el carácter, recobrar la iniciativa. La flora, la fauna, los relatos, la cultura y el cuidado del medio ambiente se van integrando hasta conformar la verdadera riqueza de lo que se comparte, que no es sólo una recorrida colorida o una visita guiada, sino un viaje a aquellas esencias que nos identifican. Es, en definitiva, una forma de vivir el turismo en todos los sentidos, con inteligencia, creatividad e imaginación.
Lo cierto es que, desde agosto de este año, Entre Ríos cuenta con la Ley de Turismo Comunitario, impulsada por una red resistente y visible en expansión, que brinda un servicio sostenible, sustentable y enriquecedor.
Tekoha dialogó con Martha Arriola, coordinadora nacional del movimiento de Cuidadores de la Casa Común, sobre el panorama que se abre a través de este marco legal que busca revalorizar el patrimonio social, cultural y natural de nuestros territorios con sus colores, aromas, sabores, texturas y sonidos característicos.

-¿Qué implica que esta ley haya convertido a Entre Ríos en pionera a nivel nacional?
-La aprobación de la Ley de Turismo Comunitario configura un hito histórico para la provincia y el país. Este hecho tiene dos dimensiones destacables: por un lado, hacer memoria del proceso que le dio vida y, por otro lado, los proyectos que a partir de su sanción podemos comenzar a soñar y a concretar. Tal vez, en el resto de Argentina se pueda también avanzar en legislaciones que amparen el trabajo de comunidades y organizaciones dedicadas al cuidado de nuestra casa común.
-¿Cómo se fue tejiendo la iniciativa?
-El punto inicial de este tejido colectivo radica en el trabajo de movimientos de cuidadores en varias localidades de Entre Ríos, particularmente Paraná, Victoria y Santa Elena, bajo la perspectiva de Laudato si’, la segunda encíclica del papa Francisco, que se sustenta en el amor a la tierra. En este sentido, distintos grupos de jóvenes y adultos se hicieron carne del proyecto, generando prácticas de turismo comunitario cuyo eje principal fue el cuidado de sus territorios. Allí apareció el desafío de proteger los humedales, el río, sus costas, sus habitantes y su biodiversidad.
-Ustedes vienen trabajando hace mucho tiempo de forma comunitaria, ¿qué motivó que procuren un marco legal?
-Es una ley nacida de la vida de los más humildes, no del escritorio.
Esto implicó escuchar a los sectores populares, las comunidades rurales, campesinas e indígenas: qué hacen, cómo han aprendido, en qué se inspiran. Aspiramos a que sigan siendo consultados para ensanchar un horizonte de nuevos proyectos que se fundamenten en la justicia socioambiental, la generación de trabajo, el fortalecimiento de la cultura de cada territorio y la sustentabilidad.

Asimismo, el oído de decisores de gobierno fue clave para darle rienda a la promulgación de la ley, porque comprendieron que no nos podíamos quedar con una experiencia de trabajo sin un marco legal que la protegiera y que brindara oportunidades de llevar adelante un servicio novedoso y en red como este.
La existencia de esta ley nos permite multiplicar alianzas con municipios, universidades y organizaciones para posibilitar ambientes donde se pueda vivir dignamente, sanos, saludables y con la garantía plena de nuestros derechos.
-¿Qué plus le agrega lo comunitario al turismo?
-Nos pensamos bajo la noción de ‘comunidad organizada’ desde el territorio y sus protagonistas. En este tiempo de profunda crisis civilizatoria, desarrollamos el turismo en base a la riqueza del conocimiento ancestral de nuestros pueblos originarios. Además, como nos interesa seguir profundizando y aprendiendo, nos estamos capacitando en la Diplomatura de Turismo Social y Solidario de Base Comunitaria de la Universidad Nacional de Quilmes.