Los velatorios cada más breves, el aumento de los casos de cremación, el abandono de la práctica de velar a los seres queridos en casas de familia o la convicción de que los cementerios no son espacios solo truculentos sino museos a cielo abierto, son marcas que dan cuenta de los cambios que acontecen en torno a los rituales mortuorios. Desde esas variaciones, una muestra encendió las velas del debate en torno a lo vivo y lo inerte.
El Centro Experimental de Arte Contemporáneo de Entre Ríos AURA, que funciona en Alameda de la Federación 557, propuso en las últimas semanas una recorrida por rincones e instalaciones que cumplen con la premisa de hablar de un tema resbaladizo. Lo llamaron Perú al final.
Curiosamente, la exposición no implicó tanto un posicionamiento en torno a la muerte como tal o lo que pueda ocurrir el día después, sino una actualización de las ideas que sostenemos en torno al valor de la vida y las maneras en que esa abstracción se encarna en formas concretas de ser y habitar un tiempo, un espacio y unos vínculos.

Las artistas integradas al proyecto fueron doce: Elina Aguilar, Valentina Bolcatto, Carla Brugo, Belén Céspedes, Floriana Lazzaneo, Verónica Moreira, Victoria Roldán, Daniela Rudel, Cecilia Ruiz, Florencia Sabattini, Luciana Scutellá y Lucía Tejera.
A través de distintos objetos y técnicas, la muestra Perú al final se propuso explorar en el sentido que asumen los ornamentos y rituales funerarios, el recuerdo de las ausencias, la ofrenda de la incertidumbre y lo inexplicado, junto a ceremonias con alimentos, objetos y flores.
Curiosidades de la poética, la de la sala se pareció a la dinámica de los cementerios: hubo jornadas animadas, de encuentros, de murmullo incesante, de puesta en común; y otras un tanto solitarias y algo lúgubres, espectrales. En efecto, a lo largo de las semanas se organizaron conversatorios, propuestas de interacción grupal y visitas guiadas a estudiantes de instituciones educativas y artísticas.

Suspendidas del techo, dispuestas en el piso, desplegadas en las paredes, amuradas o en coquetas maquetas, las referencias nombraron con esmero y renombraron de manera diligente. Y con la excusa del más allá ayudaron a mover las ideas en torno a la propia existencia.












